Capítulo 1

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Harry Potter no es mío, le pertenece a J. K. Rowling.

"Los miembros presentes del Ministerio de Magia hemos encontrado al acusado culpable de todos los cargos y en nombre de todas las víctimas se exige su ejecución inmediata como mínima retribución."

El juzgado estalló con ruido después de que el Pius Thicknesse diera esa orden, golpeó su mazo intentando llamar a un orden que nadie estaba dispuesto a conceder. El hombre que recién había tomado el cargo como gobernante escuchó claramente el disturbio que se estaba dando en la puerta, escuchó las voz de los aurores tratando de retener al joven que gritaba como si le estuvieran arrancando una extremidad.

Pero el ministro no volteó.

Pius también hizo oídos sordos a los gritos y el llanto de la mujer que anteriormente había sido penalizada con un simple arresto domiciliario y parte de su fortuna. Porque no importaba que Harry Potter, el Salvador del Mundo Mágico, hubiera testificado a favor de Draco Malfoy o que el adolescente rubio postrado en el asiento en el centro de la habitación hubiese cometido sus crímenes siendo menor de edad.

Desde el momento en que los aurores llevaron al chico al juzgado y le arrancaron la manga izquierda de su túnica frente a todo el jurado y el público espectador, el destino de Draco Malfoy estuvo sellado.

Nadie estaba dispuesto a dejar vivir a alguien que tenía la marca tenebrosa.

Thicknesse podía escuchar claramente el regocijo de la mayoría de brujas y magos que habían asistido a casi todos los juicios de criminales de guerra, los insultos al niño eran claros, los deseos de que sufriera mientras lo ejecutaban hicieron sudar al ministro en funciones. Toda esa gente había perdido demasiado gracias a las acciones de los mortífagos, ellos querían sangre, pedían venganza por todo lo hecho y no les importaba quien pagaba el precio, solo la tienta en la piel del brazo izquierdo.

El ministro se había salvado por muy poco de Azkaban, él había podido demostrar que estaba bajo la maldición imperius y la gente, aunque cautelosa, le permitió seguir con sus funciones mientras se organizaba una nueva elección para el puesto.

El chico Malfoy y su padre no tenían la misma suerte.

Lucius Malfoy había sido el primero de su familia en sentarse en esa silla con las manos atadas, asegurando estar nuevamente bajo el control de la maldición imperdonable. Fue declarado culpable y minutos después condenado a recibir el beso del dementor frente a todos los presentes.

Luego siguió su esposa, Narcissa Malfoy de soltera Black. No quedaba rastro de la mujer orgullosa, fría y elegante que Pius había conocido. Ella obtuvo una sentencia significativamente mejor que la de su marido, empezando por el hecho de que estaba viva debido a la falta de la marca en su brazo.

Su hijo tenía la suerte del padre.

"La ejecución será llevada a cabo en el acto, se pide a todas las personas que se mantengan tranquilas mientras las barreras mágicas se levantan." Ordenó cuando el salón se hubo calmado, un silencio de anticipación dominó por unos segundos el lugar antes de que la barrera mágica se alzara alrededor del acusado. Pius miró al último descendiente de los Malfoy, el rubio ni siquiera había alzado la cabeza en todo el juicio, permaneció en silencio con una expresión resignada y temerosa. El ministro supuso que el chico ya se había dado cuenta de lo que Harry Potter y Narcissa no pudieron. "Quiten la barrera de contención del dementor." Los gritos del salvador y el llanto de la bruja de sangre pura se reanudaron, los aurores tratando de retenerlos a ambos.

Todo era política, el gobierno de Thicknesse no había estado lleno más que de miedo, tortura y muerte. El ministro sabía que debía complacer a la sociedad con sus últimos actos si quería reducir el daño a sí mismo después. Pius no tuvo el valor para ver a Gregory Goyle ser besado por aquella criatura oscura, tampoco tenía el valor para ver cómo el alma de Draco Malfoy salía de su cuerpo.

El Club de las MandrágorasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora