Mi primer año de vida

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       Recuerdo mi primer cumpleaños, lloviznaba y hacía frío. La humedad y el color gris de un día nublado lo invadía todo. Habían más invitados adultos que niños. Eran parientes o amigos de papá y mamá. Nos refugiábamos todos bajo el porche de techo de uralita delantero de casa. Tía Teresa me tenía en sus brazos mientras una niña más o menos de mi edad pero que ya caminaba, le estiraba del pantalón intentando captar su atención. Era Fabiola, mi prima. 

      También recuerdo que la decoración y los motivos, aunque pobres y escasos, eran muy bonitos. Todo de un color azul cielo barato. De forma angulosamente rectangular, reposaba una enorme tarta también azul, con confetis de colores y coco rallado por encima, además de unas bolitas de caramelos con frutos secos en su interior. No hubo piñatas ni sorpresitas, más que nada porque no habían casi niños y porque yo era tan solo un bebé, no podría enterarme aún de nada de lo que pasara alrededor mío. 

(He llegado a la conclusión de que los bebés aunque vivan exclusivamente en el presente, en ocasiones disfrutan tanto del momento que atesoran el recuerdo para siempre en sus mentes)

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