Consciencia del sol

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     Recuerdo un fin de semana que me levanté tarde. Serían las diez u once de la mañana cuando salté de la cuna y salí para el patio frontal de la casa a buscar a mis padres. Caminé instintivamente hacia fuera, sin lavarme la cara y sin hacer nada más que buscar a mis padres que no estaban ahí conmigo al despertarme. Y tuve miedo. 

     Éste momento se grabó muy bien en mi recuerdo porque fue el día que descubrí la belleza de un día soleado de verano. Recuerdo que como acababa de abrir los ojos y al salir de la oscuridad de la casa al pasillo que dividía el patio delantero en dos, la luz del sol me invadió completamente sin dejarme entender lo que ocurría. Fue una repentina iluminación sepia amarilla que me cegó un instante pero luego calentó tan suavemente mi cuerpecito que olvidé el porqué había salido fuera. Luego aparecieron mis padres y más gente que estaban por ahí ayudando con la comida. 

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