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𝐀 𝐏𝐄𝐒𝐀𝐑 𝐃𝐄 𝐄𝐒𝐓𝐀𝐑 𝐃𝐄𝐒𝐀𝐋𝐈Ñ𝐀𝐃𝐀, 𝐋𝐄𝐎𝐍𝐎𝐑, 𝐒𝐄𝐆𝐔Í𝐀 𝐕𝐈É𝐍𝐃𝐎𝐒𝐄 𝐁𝐈𝐄𝐍; 𝐂𝐎𝐍 𝐄𝐒𝐄 𝐑𝐎𝐒𝐓𝐑𝐎 𝐋𝐄𝐂𝐇𝐎𝐒𝐎 brillante que no mostraba signos de imperfección, labios y mejillas teñidas por un visible rubor, cabello castaño claro liso que le llegaba a la cintura y que a pesar de no haber sido recortado desde hace tiempo, seguía viéndose saludable, y el contorno de sus ojos tenían un opaco color marrón oscuro, resaltaba el azul de su iris. Leonor, vestía una bata que ocultaba su delicada figura. Estaba recostada sobre una camilla de hospital.
Llevaba al menos ocho horas, a tan sólo otras cinco para que le dieran de alta.
───Primero dices que Rowan se filtró corriendo al festival, chocó con Merlina y luego corrió al bosque para intentar asesinarla.───cuestionó Burton Aleé.
───Sí y Rowan la hizo levitar, lo juro por mi vida.───aseguró Leo.───La tenía del cuello y luego lo presionó sin tocarla, hasta que vino una... No sé que sea, pero lo mató y desapareció en el bosque.───Burton, el psicólogo personal de Leonor, hizo un par de anotaciones en su libreta.───¿Burton?
Leo irguió su cabeza para espiar las palabras del psicólogo en la libreta.
───De acuerdo.───Burton terminó su escrito y le dirigió una mirada perspicaz.
───¿Me dejas ver lo que anotaste? Mi fuente de recursos quiere que le enseñe las evidencias de mi progreso.
───Leo...───se negó ocultando la libreta en su pecho.───Sé que tu papá paga las sesiones que la escuela no puede cubrir, pero eso no le da derecho a exigir que exponga todo el progreso que has llevado.───comentó cerrando su agenda. Leo miró a otro punto avergonzada.───Esta fue una terapia de urgencia, así que la terapia de hoy va por mi cuenta.
───No querrás lavarme el cerebro después a costo de una terapia gratis, ¿verdad?
Burton rió negando.
───Lo único que haré es quedarme aquí contigo y acariciarte el cabello. Me gusta que hagan eso cuando me lastimo.
Burton hizo leves masajes en la cabeza de Leo. Introduciendo sus dedos delicadamente entre cada fibra capilar, que se dejaba manipular con cada frote. Se mantuvo así como por cinco minutos. Después, sus movimientos fueron cada vez más lentos, al punto de ser escasos.
