¿Un mes o una semana?

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Llegó al colegio Jazz y no paraba de llorar, no quería apartarse de él, sabía que estaba mal lo que estaba haciendo, pero no quería que se fuera. Los días los pasaba pensando en él y de noche se la pasaban hablando por teléfono hasta que alguno de los dos caía rendido por el sueño, hasta que uno de los dos se levantaba por las pesadillas que tenían. Jazz jamás le había comentado de sus pesadillas y el tampoco de los sueños que tenía, pero tenían la certeza de que solo estando juntos esos sueños, sombras raras, o acontecimientos extraños no sucedían. Chema habló con Jazz al verla en ese estado.

—¿Amor y si te vienes conmigo? —Preguntó Chema acariciando su cabellera rojiza.

—¿Pero y mi trabajo, mi hermana, mi sobrino, mis responsabilidades? —Jazz le hizo la pregunta esperando que le diera razones válidas para echar a volar todo y marcharse con el de una vez por todas.

—Yo me hago cargo de todo, tú vente conmigo, o por lo menos pide permiso en tu trabajo y vente conmigo un mes o una semana, ves cómo te sientes y cuando estes segura de dejarlo todo te vas conmigo.

Cuando oyó lo de, aunque sea una semana, dejaron de salir las lágrimas.

—Puedo pedir permiso para una semana, pero no estoy segura de que me lo den. —Comenzó a llorar de nuevo.

Chema vio que empezaron a llegar los empleados y cuando vio entrar a Genaro hablo con Jazz.

—¿Amor acaba de entrar Genaro, quieres que hable con él?

—No, voy yo, deséame suerte. —Lo besó tocando su mejilla y entró al colegio.

En cuanto Genaro vio entrar a Jazmín toda desecha en llanto se paró de su asiento todo asustado, la abrazó, pero ella comenzó a llorar más.

—¿Qué te pasa? ¿Cómo te puedo ayudar? Nunca te había visto así.

—¡No puedo más! Necesito unos días para pensar.

—¿Quieres los dos días económicos que tienes libres?

—No, quería ver si es posible si me puedes dar una semana, de verdad estoy muy mal.

—Si, lo que necesites, yo hablo con la directora y Lina para cubrirte la semana que requieres, él llenó los formatos de permiso y Jazz los firmó. — Genaro trató de tranquilizarla, pero ni así dejaba de llorar.

—Gracias. ¿Me puedo ir, entonces?

—Si, adelante. —Genaro le pasó el brazo por los hombros y la acompañó a la puerta.

En cuanto la vio salir Chema sintió una punzada de celos ya que sabía que Genaro estaba detrás de ella, se contuvo y espero a que se despidiera de él y caminara hacia la camioneta. Él se bajó para abrirle la puerta del copiloto y no pudo evitar besarla en los labios, a la vez que veía como Genaro se giraba rabioso para entrar a la escuela recorriendo los escalones de dos en dos.

Chema llevó a Jazmín a su casa para que hiciera la maleta, él hablo con Zenaida para comentarle que su hermana no se sentía bien y que se la llevaría con él. Ella no se sintió muy entusiasmada con la idea, pero sabía que su hermana se ponía muy mal sin él, ya que en las noches no podía dormir y eso trastornaba sus nervios y su cuerpo ya que cada vez estaba más delgada. Chema le comentó que el seguiría pagando el sueldo de Isela para que la apoyara con la tienda, pero ella le dijo que no era necesario ya que con la página web que había diseñado Alejandra y todo el manejo de redes sociales y mercadotecnia así como los pequeños productos artesanales que habían empezado a vender la tienda mejoraba cada día. Chema no aceptó un no por respuesta, le mandó su domicilio por mensaje para que estuviera tranquila, en cuanto bajó Jazz con su maleta se fueron a la casa de su padre a dejar la camioneta y su madrastra les hizo el favor de llevarlos al aeropuerto.

Llegaron a Pachuca a media mañana, los recibió Conrad en el aeropuerto. En cuanto vio a su amigo se alegró y le dio un abrazo efusivo, cuando le presentó a Jazz, le dio dos besos uno en cada mejilla.

—¡Así que esta es la chica de tus sueños! Pues te ganaste el premio gordo con esta preciosura. —Conrad le dio una palmada fuerte en la espalda a Chema.

—Así es, esta es la mujer de mi vida. —Volteó Chema y besó los labios de Jazz con un beso casto.

—Bien tortolitos no los quiero apresurar, pero dado a que pasarás el día con tu preciosa novia, mientras este pobre esclavo del capitalismo tiene que trabajar como negro para vivir como blanco, tiene que regresar a la obra. —Conrad ayudó a cargar las maletas de Chema para apresurarlos.

—Siento que tuvieras que recogernos. —Se disculpó apenada Jazz, ya dentro de la camioneta de Conrad.

—Yo no lo siento, no sabes la cantidad de favores que me está debiendo tu noviecito. —Soltó una carcajada fuerte que resonó en el coche. —Y lo que le va costar pagármelos.

—Si se tratara de cobrar favores amigo, sería un hombre muy rico. —Contestó riendo Chema volteando hacia la ventana.

—Amigo ya eres muy rico, querer más es avaricia.

—Chema volteo los ojos hacia arriba para evitar contestarle a su amigo.

—Hogar dulce hogar. — Comentó Conrad parándose frente a una casa antigua, metió sus maletas y se despidió.

Jazz observó con admiración los ventanales polarizados coronados por enormes arcos tallados en piedra, con ocho balcones y una terraza central, marcos en madera; la pintura de la fachada café capuchino. Chema la cargó como si de recién casados se tratara, al entrar Jazz vio que toda la casa estaba pintada de blanco con duela de madera, la bajo pasando el umbral de la puerta.

—¿Tú arreglaste la casa?

—Si. ¿Cómo lo supiste?

—No lo sé, al tocar la pared antes de entrar fue la sensación que me transmitió y me encanta, es una fusión entre lo viejo y lo nuevo. —Jazz sentía que se conservaba lo mejor de los dos mundos.

Continúo viendo los detalles, ya que tenía relieves en las paredes blancas, así como en los techos, decorado con muebles modernos y viejos, pero encajando perfectamente cada uno en su lugar. En el centro del salón central destacaba una foto de su papá con una mujer en sus brazos, el abrazándola, ella con una sonrisa radiante, por parte de los dos se veía que destilaban amor.

Jazz acarició la foto con cariño y le preguntó a Chema al respecto.

—¿Son tus padres?

—Sí. —Se acercó Chema y la abrazó por la espalda dándole un suave beso en la mejilla. —Es el día que cumplieron veinticinco años de casados, esa foto me la mandó mi mamá en la mañana cuando mi papá le dio su obsequio de aniversario, es el colgante dos en uno, que era como se consideraban mis padres ya que se complementaban perfectamente; tenía mucho significado para ellos. Mi padre siempre le decía que ella era un sol, ya que lo iluminaba y de daba calor, y él se consideraba la luna, ya que la guiaba cuando ella estaba perdida. Lamentablemente mi mamá murió ese día, a pocas horas de que se tomara esta foto, me arrepiento de no estar con ella en sus últimos momentos.

—Amor, lo siento mucho. —Ella se giró y lo abrazó por largo rato.

—Sabes, estaba hablando con ella por celular ese día, estaba muy contenta porque se dirigía a la obra a recoger a mi papá porque saldrían a comer, no sé cómo pasó porque la llamada se cortó después de perder el control de la camioneta, el informe dice que giro en el aire varias veces hasta que salió de la carretera y fue a estamparse contra un tronco seco, una rama atravesó el parabrisas y termino incrustándose en su corazón.

Ella lo apretó más en su abrazo para darle consuelo.

—Quise recuperar los colgantes para guardarlos como el símbolo del gran amor que se tuvieron mis padres. A mi papá le dolía mucho portar el suyo y el de mi madre quedó quebrado de donde se colgaba la cadena, dice mi padre que los guardó en su estuche para entregármelos, pero nunca los encontramos, quizás están perdidos. Alberla desde que llegó a la vida de mi padre ha sido una bendición; ha hecho lo posible para que el supere su pérdida, remodelo la casa, quizás tiro el colgante para evitar que se deprimiera.

—No te preocupes por eso, las cosas llegan a ti cuando no las buscas.

—Y las personas, el único día que no te busqué te encontré donde menos lo esperaba.

En tus sueños o los míosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora