II / El UBER

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Al llegar al Uber, tome de inmediato los transportadores de mascotas, no tendría el corazón para dejar a mis gatihijos solos y desamparados, tal y como me sentía en estos momentos.

No podría pedir el apoyo de mis padres, ya que estaban molestos por haberme atrevido a querer ser feliz, a estas alturas considero que debo de estar muerto para ellos, inexistente en el testamento familiar.

Fuera del edificio se lograba percibir aquel frío inminente con el rocío de aquella lluvia, corrí hacia la cajuela del vehículo para guardar todo lo que pude sacar, con el apoyo del chófer.

Termine de subir al vehículo que se dirigía al capitolio de Austin, Texas, la verdad no sabía dónde ir que acudía al primer lugar en donde conocí a Math, mi desesperación hacía que me perdiera al observar aquel caos causado por la lluvia y los truenos, que no escuchaba que hablaba aquel conductor, mis lágrimas no dejaban de brotar a cada instante.

-Llegamos joven, son cinco dólares- anuncia aquel conductor después de explotar su goma de mascar, volteando al lado trasero del vehículo, observando mientras secaba mis lágrimas.

-Disculpa-en un momento te pago-espeto, tomando mi bolso para sacar el efectivo.

-¿Le espera alguien? Está fuerte la lluvia-pregunta.

-Sí, está del otro lado, fuera del capitolio.

-De aquí al capitolio es una cuadra como mínimo, acabará empapado y sus pobres gatitos se enfermarán.

-No te preocupes, de inmediato bajo.

-Creó, no me explique. No le dejaré bajar así, no por tí, por tus mascotas.

Observe el retrovisor y observe colgando algunos listones amarillos y algunos dijes y muñequitos de gatos.

-Te preocupa más la salud de mis mascotas que yo.

No puede evitar soltarme a llorar después de aquel berrinche.

-¡Hey tranquilo! Ellos no se pueden defender ante tus decisiones estúpidas y lo que hagas les afecta, si gustas esperamos a que vengan por ti o calme la lluvia.

-No tienes por qué hacer eso-resoplo.

-No es por ti, es por ellos-agrega- quitándose aquel gorro de su cabello dejando ver su larga cabellera ondulada.

Era un chico blanco, ojos negros como la noche más fría, los tíos a los cuales diríamos pertenece a una clase privilegiada.

-Aparte, no tengo nada más que hacer, este era mi último viaje, así que no aborreces nada.

Busco con su mano derecha la palanca para relajar la postura de su asiento, dejando ver sus exuberantes tatuajes debajo de su manga y se dispuso a relajarse, escuchando algunas canciones de su Spotify, Olivia Rodrígo -Happier.

-Podrás cambiar de música, estoy a punto de salir corriendo de este vehículo hacia la lluvia e impactarme ante el primer vehículo que vea, si sigo escuchando esa canción.

-Relájate macho, quería escuchar la canción que me ha dedicado mi exnovia.

-Ósea que eres un estúpido más, que cambia a su novia por algo que él creyó mejor y, vas por la vida siendo feliz, mientras ella llora en su habitación imaginándote con otra, estoy rodeado de hijo de puta-menciono, mientras decido abrir aquella puerta y correr ante la lluvia, dejando a mis gatihijos con aquel tipo humano con los animales pero no con su especie.

-¡Hey, espera, Espera! -grita- mientras me persigue por los senderos ante aquella brutal lluvia.

-Lárgate de aquí, ya estoy hartó de personas como tú, que piensan que pueden ir por ahí dañando la vida de todos.

-Ni tan siquiera sabes qué ocurrió para que me juzgues y trates así.

-Que podría ser-anuncie al borde de la locura- que ya no te sentías amado, que todo era monotonía, que otra chica te dio lo que ella no te dio, sé perfectamente qué dirás y créeme, esa parte de la historia a ti no te toca sufrirla, es horrible que te cambien por alguien más o algo más.

-Lo sé, créeme, por eso pare todo.

-Sabes, estoy lejos de mi país, apuntó de ir a la cárcel, por un idiota que me involucró en una estafa, en la calle, sin un peso, sin la menor idea de cómo regresar, con la esperanza de que mis padres me acepten de vuelta y me ayuden a salir de este embrollo.

-¡La vida es una mierda, no es así!-espeta, alzando sus manos, encojonado-terminando sentado en una de las bancas que se encontraban en el sendero.

La lluvia seguía, observé en aquel momento como dejo de pelear, agachando su mirar al suelo, en señal de rendición, podría reconocer esa sensación, estaba destrozado, igual que yo.

Comprendí en aquel momento que engrandecía mi dolor, esperando consuelo por todos lados, olvidando por completo que puede existir otros con el mismo dolor o peor.

Me dirijo hacia aquella banca, tome asiento al lado de él, colocando la palma de mi mano sobre su espalda.

-Ya llevó casi un año soltero, jamás había tomado el tiempo para escuchar aquella canción detenidamente, venga, la ponen a cada rato en todas partes, pero no prestaba atención a lo que decía, para evitar llegar a este punto, pero a quíen engaño en este momento la estoy escuchando en mi cabeza y duele-responde-dirigiendo su mirada hacia mí.

-Disculpa, supongo que el drama se apoderó de mí y venos aquí ahora empapados, por mi insensatez.

-Descuida, ya llevaba tres días sin bañarme, ya pedía a gritos un baño mi cuerpo.

-Ahora comprendo ese olor a quesos y nachos combinados con suciedad-añado.

Él solo sonrió, por un instante, extendiendo su mano hacia mí.

-Un gusto, mi nombre es Nolan.

-Teo, un placer-respondo, terminando de estrechar su mano.

-Seguimos mojándonos o corremos al vehículo-añade.

-Podemos quedarnos un poco más, al fin de cuentas los gatos están a salvo-respondo con una gran sonrisa.

-Ojalá sea cierto -espeta Nolan, observando la lluvia.

-¿Qué?

-Aquel dicho, si quieres ver el arcoíris, debes de soportar la lluvia-resopla, respondiendo con una forzada sonrisa

Pude comprender que podría ser frío el miedo, pero extrañamente hermoso de ver.


Sountrack

Happier - Oivia Rodrigo

O S A D I ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora