Otoño-Invierno

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Otoño—Invierno

Había comenzado a salir más tarde de su casa, para asegurarse de no tomar el mismo autobús que aquella persona, incluso comenzó a bajar en una parada diferente, por si de casualidad lo cruzaba en el camino. Llevaba un mes en esa situación, no era agradable, ya que en una ocasión lo vio en el mismo autobús, por lo que se había escabullido entre el montón de gente hacia el final y evito mirarlo en todo el viaje, también había bajado una parada después de este.

Tal vez era miedo y un tanto de vergüenza, lo que le provocaba el chico y por ello no buscaba verlo, ni dejarse ver. Severus había entendido, desde el momento que el chico exigió las fotos, que había abordado la situación de forma errónea.

Si se hubiera acercado a decir "Buen día" tan solo, quizás la situación sería otra en ese momento. Pero había tenido aquella idea de unas mediocres fotos, demasiado lejanas y mal enfocadas, que después de todo había terminado eliminando para evitarse problemas, gracias a ellas ahora huida del sujeto que ni el nombre conocía.

Había pasado el verano admirándolo de lejos y tan solo comenzaba el otoño cuando comenzaba a crear su valentía, solo para arruinarlo todo.

Severus no tenía suerte en sus planes, él sabía que no debía hacerlos, porque nunca llegaban a su fin, siempre eran arruinados. Sin embargo ahí estaba cada mañana, siguiendo el plan de evitar a un sujeto que posiblemente ya olvido su existencia, era tan triste como patético.

La mañana de ese día, había sido un éxito, parecía ir tan bien que incluso había conseguido un asiento en el autobús. Su problema tuvo lugar la tarde de aquella jornada, cuando en la calle principal y más concurrida de los alrededores, saliendo de una tienda lo vio.

Estaba comenzando a arrepentirse de seguir su capricho de aquella bebida que quería para el almuerzo y solo la conseguía en aquel negocio. A unos metros de la tienda, había un local donde vendían artículos varios para celular y era imposible no reconocer fuera de ella a la persona que veía la vidriera.

Con aquellos hombros anchos, brazos tan grandes y marcados bajo la ropa que los cubría. La altura y el perfil fornidamente masculino, era el sujeto al que había fotografiado groseramente sin consentimiento.

Dándose cinco segundos para actuar con nervios y pánico, dio tres vueltas en el mismo lugar donde estaba parado, cuando respiro y se negó a ambas cosas, visualizo a una mujer mayor a unos metros mirándolo extrañada, parecía debatirse en correr lejos, acercarse a preguntar si estaba bien o seguir como si nada. La ignoro y miro al chico que aun observaba con gran atención la vidriera.

Severus no creía en las coincidencias, una ciudad tan grande, días, horarios y él terminaba casi chocando su enorme nariz con aquellos formidables brazos. No, definitivamente no era coincidencia.

Era romántico, pero no hasta el punto de creer en el destino. No había nada escrito sobre su futuro y solo el decidía que quería.

En lo que si creía, era que no era bueno para los planes, nuevamente ahí estaba la prueba, su plan arruinándose.

Tenía opciones. Todo mundo tiene opciones y sabia que tenia ciento de ellas, pero en ese preciso momento pocas llegaron a su mente, dos con exactitud. La razonable era caminar ignorando su existencia y pasarlo de largo, corriendo el riesgo de ser reconocido.

La otra, era tomarle otra fotografía y ser 100% reconocido. Severus no quería ser golpeado en el rostro, porque esa vez no veía modo de ser salvado, a menos que la anterior señora acuda a su rescate.

Severus volteó buscándola, pero al no verla acepto que la opción de ignorar la existencia del desconocido era más lógico.

Comenzó a caminar, mirando hacia adelante, pretendiendo actuar normal, con sus brazos a los costados, sosteniendo en una de sus manos la bebida, con el viento chocando contra su rostro y despeinando el cabello con el que pretendía cubrir su rostro, pero no debía mover el brazo, eso delataría su presencia al sujeto.

Una vez más, su plan no funciono, porque él estaba cansado de olvidarse que no era bueno en los planes. Su cabello sobre sus ojos no le permitió ver su camino y choco con aquel niño de la mano de su madre justo en el campo de visión del sujeto que suponía debía ignorar.

Disculpándose rápidamente, acomodo su cabello continuando con sus pasos, dando una mirada fugaz hacia atrás noto que el sujeto caminaba detrás de él, acelero sus pasos para desviarse y no tener el mismo camino, pero el chico cruzo la calle cuando él lo hizo, Severus noto entonces que lo seguía. Metiéndose entre la muralla de personas, intento perderlo.

— ¡Espera!—escuchó a la gruesa y varonil voz gritar a sus espaldas, pero continuó sus pasos hasta lograr perderlo.

Definitivamente soñaría con esa voz, tendría eróticos y húmedos sueños esa noche, incluso podría masturbarse al llegar a su casa. La imagen de aquel cuerpo y la adrenalina del escape lo tenían al límite. Llevaba un tiempo largo sin ejercitar sus manos y eso aliviaría su estrés, era un gran estimulo el sujeto musculoso.

La semana anterior había intentado, pero a media masturbación su madre había interrumpido en su habitación sin comprender que a la edad que tenía necesitaba privacidad e independencia en sus horarios y tiempos. No necesitaban que lo vayan a buscar a la hora de la cena si no había contestado cuando se le había avisado, su madre trato de aligerar el ambiente bromeando:"hijo, te saldrán callos, mejor busca un novio ya", había comentado sin hacerlo sentir menos avergonzado y enojado.

A sus 23 años y a mitad de sus estudios, él no podía permitirse el tiempo en conseguir una pareja, tiempo que no tenía para invertir. Su ultimo noviazgo había tenido lugar a sus 19 años con un ex compañero de sus años de escuela que cruzo un día y comenzaron a coincidir como amigos hasta que le fue confesado un platónico amor que era ocultado porque el chico recientemente había salido del closet y en los años de escuela no tenía la valentía.

Aquella relación había durado alrededor de dos años, hasta que finalmente fracaso, el chico tenía la necesidad de explorar a diferentes hombres y no se había molestado a decirle sobre ello, Severus lo descubrió cuando un anónimo le envió la fotografía. No le había interesado saber quién era el anónimo o los chicos con los que había estado, fue dolorosa la verdad, pero él lo sospechaba, había notado los cambios en el chico, incluso eyacular lo delataba.

Lo había superado, no quedaba rastros de ese chico, pero incluso olvidar al ex le había resultado más fácil que estar con alguien más. Entre sus estudios y que él era consciente que no todos volteaban a mirar dos veces al chico de contextura blanda, sin músculos, delgado y piel pálida, era nula la probabilidad de alguien más.

Claro que tenía sus puntos fuertes y sabía que podía enamorar a muchos, pero cuando le daban la segunda mirada y diez minutos de atención.

Días más tarde continuaba con su rutina y su plan seguía en marcha a pesar de su último percance. Regresando a su casa, más tarde de lo normal por un trabajo que termino en la casa de una compañera, el autobús estaba más lleno de lo habitual y tenía la fortuna de recibir algún regaño de mujeres ancianas en esas ocasiones. Como era normal en los meses donde el frio comenzaba, los arboles poco a poco quedaban sin hojas y las que estaban acumuladas en el suelo pasaban de los colores amarillos al marrón y de allí a un negro o gris viejo, un color que daba un sentimiento sombrío, muerto.

Las calles estaban cubiertas de esos colores donde arboles había. A Severus le gustaba solo la primera etapa del invierno, donde las hojas estaban verde-amarillas y los pisos cubiertos de marrón por aquellas hojas que aun estaban tomadas de las ramas se filtraban leves rayos de sol con ese viento fresco y puro, cuando al caminar escuchabas el crujido de alguna hoja bajo las suelas, donde mirabas al cielo llegando a su atardecer a la hora correcta, cuando cambiaba de la tarde a la noche.

El final del otoño y comienzo del invierno era deprimente, el día acababa aun más temprano. Oscurecía cuando aún era el final de la tarde. En ocasiones, no veía un bello atardecer, el frio aumentaba calando en la ropa y luego con el tiempo lo haría en los huesos. Las ramas comenzaban a estar tan vacías que daban escalofríos y aunque las lluvias comenzaban a calmar, las personas se veían más deprimidas.

Estando en aquel autobús lleno, un momento después de ser golpeado por una anciana que lo miraba feo en ese instante, se hizo pequeño e intento, logrando con esfuerzo, meterse entre las personas para ir hacia el fondo del trasporte. Llegando a una zona más despejada noto una ventanilla estaba abierta dejando filtrar dentro el frio y él estaba parado junto al asiento del pasajero que la mantenía abierta, pero a diferencia de Severus y muchas otras personas en el autobús, llevaba bufanda y gorro.

No tuvo el atrevimiento de pedir que cerrada la ventanilla, pero sin un lugar mejor para moverse se quedo allí con el viento despeinándolo, congelando su rostro y haciéndolo temblar.

Su viaje era largo y el hombre con la ventanilla abierta no se dignaba a cerrarla, bufo más de una vez y froto sus manos en sus brazos descaradamente intentando que el pasajero notara su incomodidad, pero no pareció inmutarse.

Desde atrás, un cuerpo de pego a su espalda, asustado giro su rostro para quejarse, cuando su vista choco de lleno con un perfil más que conocido, su olfato absorbió el aroma del frio viento y la colonia que llevaba el sujeto, el sujeto al que le había tomado la fotografías sin permiso, quien ahora extendía su fuerte brazo hasta alcanzar con su gran mano la ventanilla y cerrarla, un suspiro de alivio de más de un pasajero se escucho alrededor.

— Disculpe señor—dijo aun pegado a la espalda de Severus, entregándole un confortable calor—pero el frio que ingresa molesta a más de una persona aquí, manténgala cerrada por favor—y aunque las palabras eran dirigidas al hombre ceñudo, calaron en el cuerpo de Severus como agua caliente, más profundo de lo que el viento frio pudo hacerlo.

Tembló al derretirse, trago la saliva hirviendo en su boca y el cuerpo detrás suyo no parecía alejarse, al contrario, se sostuvo quedándose muy cerca.

— Gracias—susurró sin saber que más decir, pero sabiendo que debía decir algo, ya que el chico seguía con su fuerte pecho pegado a su espalda un enorme brazo sosteniéndose al alcance de su vista.

— Me falta mucho aun para bajar, me hubiera congelado—habló la grave voz ahora dirigiéndose a él con un tono más bajo que el usado para el hombre aun ceñudo—a ti también te falta, ¿no es así? Podrías explicarme porque me tomabas fotografías y huiste de mi—aunque le estaba hablando, se mantenía sin observarlo, si no fuese el mismo quien vivió esas situaciones de las que hablaba el chico, Severus podría creer que no estaba hablándole—quizás también puedas decirme porque no te vi mas.

— Yo, me disculpo, no debí tomar aquellas fotos—resignándose disculpo, su plan definitivamente se había ido al drenaje.

— ¿Qué hiciste con ellas?

— ¿Hacer? No hice nada ¿Qué haría?—desconcertado preguntó, gano una mirada de reojo del chico.

— ¿Nada? ¿Y por que las tomaste?

— Yo, yo quería hablarte, pero no... estúpidamente tome fotos, solo para tenerla, no es que quisiera hacer algo con ella, aunque no se qué podría hacer de malo con fotografías, pero...—dio un salto cuando el autobús dios con un bache que lo hizo saltar, una mano sujeto su cintura firmemente—me disculpo, no debí. En ese momento no lo vi como algo malo, pero fue grosero, lo siento—volvió a disculparse.

— ¿Tú en verdad no sabes?—lo escuchó preguntar ahora ganándose el completo campo de visión del sujeto.

— ¿Saber que...?—preguntó inclinando la cabeza con curiosidad, solo consiguió una risa divertida y fresca que lo descolocó por completo.

— Nada.

— En verdad me disculpo por ser así de grosero.

— Tranquilo, no estoy enojado... ¿tu nombre?

— Severus—contestó aun mas sorprendido y con todas esas pelotitas que golpeaban su estomago con tanta fuerza y velocidad como su corazón contra su tórax.

— No estoy enojado, Severus—repitió y completo con un tono suave.

— ¿Tu? ¿Cómo te llamas tu?—interrogó con ansiedad, mientras relamía sus labios resecos del calor que repentinamente surgía de su cuerpo, esas pelotitas revotando en su estomago parecían reproducirse como cucarachas con forma de burbujas.

— ¿Yo? Yo tengo un nombre bastante común... Sirius.

— ¿Sirius? No lo he escuchado a menudo—sintió como la mano en su cintura apretujaba un poco su costado y luego rodeaba disimuladamente su cuerpo hasta situarse sobre su delicado y blando abdomen.

— Te creo—habló con picardía y un secreto que Severus no entendía.

— ¿Me perdí de algo?—preguntó desconcertado.

Las personas alrededor comenzaron a bajar, dejando espacio, pero el sujeto, ahora nombrado Sirius en la mente de Severus, no tomó distancia.

— De nada. Escucha, tengo que bajar en un momento, pero espero verte mañana—su mejilla fue besada dejando una humedad tibia detrás y el frio calo en los lugares que dejo libre al alejarse para bajar.

No sabía que había sucedido con exactitud, sus planes se fueron por el drenaje, pero algo había surgido de una extraña manera con el sujeto que resulto ser más extravagante de lo que su mente llegaba a comprender.

Sirius, el chico esperaba verlo al día siguiente. No tenía su número, no había dado hora o lugar, Severus solo podía entender que esperaba verlo en el autobús a la hora de siempre y... ¿Qué tan singular era aquellp?

No era el momento ni el lugar para tener una erección, pero no podía pensar en bajarla imaginando otras cosas cuando cinco minutos antes dejaba que esa excitación se elevara por los cielos al tener al enorme chico pegado a su espalda. Él tenía tanto material para la fantasía de esa noche.

4 estacionesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora