La noche es pesada y húmeda, los charcos del suelo reflejan la luz de la luna, que a ratos queda escondida por las nubes oscuras del cielo de invierno.
El movimiento del camión mantiene a Volkov despierto, aguantando las ganas de cerrar los ojos después de un día tan largo. El silencio de sus compañeros le hace sumergirse en sus propios pensamientos, en sus preguntas de siempre, y en sus recuerdos más amargos. Se observa las manos un segundo, las mangas de su uniforme militar están manchadas de sangre que no es suya, y siente algo parecido a un remordimiento.
Hace más de tres años que el mundo se ha vuelto un caos sin solución. Explicar qué sucedió y por qué exactamente es difícil, casi de ciencia ficción, aún Volkov no puede comprenderlo. La explotación de recursos empezó a tocar a su fin, trataron de encontrarlos llegando a capas más profundas del planeta, sin saber que aquello provocaría el fin. Algo habitaba ahí debajo, que se había mantenido fuera del alcance y vista de los humanos, unas criaturas con forma humanoide, pero lejos de serlo, que se asemejaban más a los insectos que solían vivir bajo tierra. Eran grandes, fuertes, no contaban con una gran inteligencia, pero sí un gran sentido de grupo, cuando despertaron y vieron una vía de escape, no dudaron en tomarla, desde entonces la Tierra no volvió a ser lo mismo. La gente los bautizó como Locust o larvas.
Volkov había llegado al rango de comisario cuando todo explotó, pero tuvo que abandonar aquello que había conseguido para volver al ejército, con la intención de proteger a los ciudadanos de Los Santos que todavía seguían con vida. Su medalla de teniente, colocada sobre su pecho, ha perdido el brillo de antaño, mostrando un metal viejo y oxidado, pero Volkov ya no tiene el tiempo para preocuparse por cosas tan superfluas.
A través de la pequeña ventana de la puerta, observa las calles casi en penumbra que van dejando atrás, aparta la mirada cuando escucha las puertas metálicas del refugio abrirse. Parece que ese sonido ha calmado al resto de soldados (porque, aunque ahora quieran ponerles otros nombres, es lo que siguen siendo), que ahora relajan sus hombros y el agarre sobre sus armas. Cruzan todo el refugio, una zona del sur de la ciudad que todavía se mantiene en pie. Los edificios y casas están prácticamente en ruinas, y el silencio de la noche es apabullante. Volkov no se relaja, porque, aunque estén dentro del refugio, el peligro continúa, y su propia mente no le da un momento de tregua.
El camión cruza la calle principal, hasta que llega a la base del ejército, otra verja metálica se abre, y entonces los soldados se ven lo suficientemente confiados para hablar en voz baja. Es el efecto de estar en casa, supone Volkov, ahora no hay otro lugar al que puedan llamar de esa forma. Cuando el vehículo se detiene, todos se bajan a prisa de este, Volkov sale el último, pudiendo por fin estirar las piernas.
—¡Teniente Uve!—escucha una voz que grita su nombre a lo lejos.
Se gira hacia su izquierda, encontrado a Greco Rodríguez, el capitán general del ejército, su superior, acompañado de un chico que nunca había visto. Greco le hace señales para que se acerque, Volkov obedece, pero su mirada se clava en el desconocido.
Sus pasos resuenan por el gran almacén, el suelo firme y frío de hormigón recibe las pisadas de docenas de botas en esos momentos, y Volkov siente que el ruido se incrusta en su cerebro. Los focos de luz blanca hacen que pueda ver con más claridad al sujeto de su curiosidad. Su piel morena se deja ver gracias a su camiseta de manga corta negra, tanto pantalones como botas utiliza los del uniforme reglamentario, frunce el ceño cuando observa su cabello, color azabache y despeinado en una cresta. No cree que ese peinado sea apropiado para su posición. Se fija también en su brazo izquierdo, tatuado sin poder ver el fin.
Lo que más le chirría es la expresión que muestra en su cara. Mientras se ha ido acercando ha sentido como si el desconocido lo analizara de arriba a abajo, sin dejarse un centímetro de Volkov por repasar, pero sonríe, sabiendo que no lo tiene fácil. Lleva todo su uniforme completo, su piel queda escondida bajo la tela con estampado de camuflaje, y de su rostro solo pueden adivinarse sus ojos, el resto queda escondido bajo una máscara con un motivo de calavera.
ESTÁS LEYENDO
Smoke and mirrors
FanfictionEl teniente Vikor Volkov dedica su vida a combatir la mayor amenaza a la que se ha enfrentado la humanidad, sin embargo, la llegada de un nuevo recluta, el sargento Horacio Pérez, dará un nuevo enfoque a su vida.