3. Here with me

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La nieve se sigue acumulando fuera de las murallas de la ciudad, varios equipos tratan de despejar el camino de llegada al hangar de la base, haciendo más fácil la entrada y salida de los camiones. Cuando empezaron a caer las primeras nevadas, Volkov temía que aquello dificultara el inicio de la operación contra el núcleo, sin embargo, es posible que les de cierta ventaja.

Horacio compartió las inquietudes sobre los Locust con el resto de superiores, no era el único que había notado un cambio en el patrón de comportamiento de estas criaturas, y eso los puso alerta a todos. Decidieron que, antes de iniciar el asalto al núcleo, debían investigar más de cerca estos cambios y lo que podían suponer para la misión.

Y eso, justamente, era lo que hacían Horacio y Volkov en esos momentos. Decidieron que serían ellos dos quienes se acercarían a un pequeño grupo de Locust, situado al este de la ciudad, con solo dos personas conseguirían no atraer la atención de ninguno de ellos, y contaban con la experiencia suficiente para hacerles frente si la situación lo requería. 

La noche cubre el cielo, y la oscuridad les proporciona una capa más de disfraz entre la naturaleza. Llevan el uniforme de color blanco, usado para camuflarse entre la nieve y paisajes helados. Tienen el coche todoterreno aparcado a un lado, luces y motor apagados, mientras, ellos están tumbados sobre la nieve, Volkov controla a los Locust a través de la mirilla del francotirador, Horacio, mientras, lo hace con unos prismáticos, reconociendo también la zona alrededor.

—Esto empieza raro...—dice Horacio, en un tono de voz muy bajo.

A pesar de la distancia que los separa de sus objetivos, prefieren mantener la mayor cautela posible.

—Y que lo digas...—responde Volkov, siguiendo con la mira a uno de los Locust, el más grande.

Están reunidos alrededor de una hoguera, tal como si fuera un grupo más de humanos, es la primera cosa inusual que anotan. Se comunican entre ellos, pero ninguno puede alcanzar a escuchar qué dicen, o si tan solo podrían llegar a entenderlo.

—Parece que tienen un campamento, como si estuvieran asentados ahí.—dice Horacio, apartándose de los prismáticos. 

Volkov gira ligeramente la cabeza, bajo la máscara, sus ojos analizan a Horacio en sus movimientos. Su aliento se congela en el aire cuando sale a través de sus labios, sigue su perfil, observando la barba recortada recientemente, sus mejillas y nariz enrojecidas por el frío...

Vuelve la mirada al objetivo, apartando esos pensamientos de golpe. Desde aquel día en la oficina, no tan solo han cambiado las cosas en lo que respecta a lo militar, sino también algo dentro de Volkov. Aún ahora no entiende cómo dejó que Horacio le retirara la máscara, pero el tacto de su mano sobre su piel fue algo hipnótico, una caricia sobre sus heridas internas, un susurro cálido en el alma. Dejó que Horacio le retirara la máscara, porque, aunque había algo que le enervaba de él al principio, fue como si con toda la naturalidad Horacio se hubiera hecho paso dentro de las grietas que había en sus defensas.

Tal vez fue que bajó la guardia, tal vez fue esa sonrisa, el sonido de su risa, su voz cuando le susurraba, la manera en la que sabía qué botones pulsar para hacerle rabiar, y que, a pesar de todo, no pudiera dejar de buscarlo. Pero cree, en sus firmes principios, que no es momento para esto, que hay un mal mayor, algo a lo que hacer frente, y que todos esos pensamientos no son más que una nebulosa de deseos inalcanzables, porque, de todas formas ¿Qué haría Horacio con alguien como él?

Ese razonamiento hace que empiece a sentir el dolor de las cicatrices sobre su rostro, los resultados de haber intentado salvar a alguien que fue importante y no haber salido victorioso. Si él es de hielo, si él es el teniente que infunde temor, entonces ¿Por qué siente un vacío al pensar que no merece ser mirado por Horacio?

Smoke and mirrorsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora