|| DILUC || 2 ||

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—¿Quedarme a dormir?

—Se ha hecho tarde.

—Pero siempre suelo irme a la misma hora en transporte.

No sabía qué otra excusa poner. Hace un par de meses que Diluc y ella realizaban pequeños encuentros en El Videño del Amanecer, ya que al pelirrojo parecía haberle agradado la presencia de la chica. Para su desgracia, cada día que iba a visitarlo lo distraía de sus quehaceres, y eso le frustraba, no entendía cómo ella era capaz de acaparar toda su atención, y necesitaba hacer frente a ese problema, entenderlo.

Ahora trataba de convencerla para que se quedara una noche en su hogar con una intención: comprobar hasta qué punto puede soportar tenerla tan cerca. Es decir, quería saber si era capaz de concentrarse en sus labores sabiendo que ella se encontraba durmiendo en la misma casa, a una distancia considerablemente cerca. Solo así podría confirmar sus ultimas sospechas.

—¿Por qué la insistencia?

Tomó una postura firme, no quería hacerla sospechar. Cuando ella se cruzaba de brazos se ponía a la defensiva y sabía que él tramaba algo.

—Solo quiero que te quedes esta noche—afirmó sin tapujos.

Desconcertó un poco a la chica, había sido demasiado directo, pero logró recuperar la compostura y esbozar una sonrisa.

—Ese es el Diluc que conozco—dijo haciendo que el nombrado la mirase con extrañeza—. Últimamente le das muchas vueltas a las cosas, antes solías ser más directo.

Parecía ligeramente avergonzado por su comportamiento, apartando la mirada unos segundos de ella para volver a posar sus ojos sobre los suyos.

—¿Te quedarás?

—Claro, solo que no tengo ropa para cambiarme.

—Eso se puede arreglar.

Con la conversación finalizada por parte del pelirrojo, un par de empleadas llegaron para encargarse de la femenina.

No entendía por qué se había ido, ¿no quería pasar tiempo con ella, entonces para qué la invitaba a quedarse en su casa? Si se iba a marchar a hacer papeleo no tenía sentido quedarse ahí.

—Qué aburrimiento—bufó rodando por la cama matrimonial que se encontraba en medio de la gran habitación.

Pensaba si debía interrumpir a Diluc, al fin y al cabo la había invitado a pasar la noche y no estaba siendo nada caballeroso al no atender a su invitada.

—No me digas que es de esos—abrazó la almohada con fuerza.

Pensaba que el chico la había invitado a quedarse, aprovechándose de su vulnerabilidad al saber que le gustaba cómo decía las cosas con su forma tan directa, y ahora que había conseguido su cometido, la dejaba tirada.

No le dejaría irse a la cama tan plácidamente después de esta humillación. Se levantó de la cama y se dirigió a la puerta, tomando el pomo con fuerza y abriéndola de la misma manera.

Retrocedió, asustada al ver al chico frente a ella sorprendido por su comportamiento.

—¿Sucede algo?

—¿Qué haces aquí?—murmuró.

Pensó sus palabras antes de hablar, no sabía por qué estaba ahí plantado en la puerta de la habitación en la que se hospedaría esta noche.

—He venido a verte—dijo directo. Después de saber cómo le gustaba a ella que dijera las cosas sin pelos en la lengua como antes, sentía la necesidad de complacerla.

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