¿Sabéis? A veces la gente tiende a llamarte rarita por cualquier gilipollez. Todo el mundo tiene algún gusto o comportamiento que difiera de la mayoría, por pequeño e insignificante que sea, y, cuando otra persona se entera, en ocasiones las reacciones resultan un tanto desproporcionadas. Seguro que lo sabéis muy bien. Esa cara que baila entre la incredulidad y la carcajada nerviosa que grita "¡no puede ser!". Estoy segura de que absolutamente cada persona del planeta se ha enfrentado con expresión de póker a una situación similar. Aunque tampoco es que sea la gran cosa, simplemente la gente exagera a veces.
Bueno, pues, en mi caso, especialmente cuando no era más que una cría, una de esas cosas que hacía que las personas actuasen así era el hecho de que no me gustase la pizza. Os lo juro, había quien se lo tomaba como si fuese una ofensa personal, como si hubiese matado a toda su familia (incluyendo al perro) y luego les hubiera meado encima. De pequeña el día "especial" del comedor escolar en el que te ponían pizza para comer era para mí el peor. El bueno era el de las judías blancas. Al final el resto de los niños siempre quería hacer intercambios conmigo: yo me comía sus judías y demás legumbres y ellos se comían mi pizza. Al final todos salíamos ganado (salvo, quizá, nosotros mismos prescindiendo de dietas equilibradas, pero aquí no hemos venido a hablar de eso). Cuando me invitaban a un cumpleaños u otras festividades, normalmente se cenaba pizza porque "es lo que les gusta a todos los niños, así no te puedes equivocar". Bueno pues que nadie se preocupe que ahí estaba yo para reventar esa afirmación. De no haber otra alternativa siempre me la terminaba comiendo, aunque con el ceño fruncido. En ocasiones incluso haciendo hincapié constantemente sobre lo poco que me gustaba (al mundo venimos a ser especiales, al fin y al cabo, y si tú te escandalizas de que no me guste algo popular me estás dando el poder para llamarte normie, npc o lo que sea que se use hoy en día y que no dé grima o cringe una semana después de que se haya puesto de moda de Twitter). Con los años, como es habitual, nuestros gustos van cambiando y nuestro paladar puede incluso refinarse. ¡Ahora soy la fan número 1 de las espinacas, por ejemplo! Pero sigo sin sentir especial cariño por la pizza. Cuando viajé a Italia, evidentemente, probé la pizza de allí, de su cuna. Y, ¿sabéis qué? Estaba rica. No me volvió loquísima, pero estaba bien. Aunque, claro, el viaje no duró más que unos días y como no vivo en Italia pues se acabó la pizza italiana. Otra vez a torcer el gesto cada vez que me veía obligada a comer pizza. Eso sí, contra todo pronóstico, llegó un momento de epifanía culinaria, y es que esto no hace sino reforzar la idea de que en cada nicho todos tenemos algo destinado exclusivamente para nosotros. La pizza de queso de cabra del Aldi. Me cago en mi vida. Amo esa pizza, me gusta una barbaridad. Es esa la mía.
Esto se está alargando ya. ¿Por qué diablos he contado mi historia con la pizza? Pues para rellenar, supongo, como una forzada introducción para lo que venimos a tratar de verdad hoy. Igual así esto parece un poco profesional y todo. Y es que he estado jugando a Pizza Tower y ha sido como descubrir mi pizza favorita otra vez. Qué juego, por favor. Qué juego. Sé que apenas ha comenzado el mes de abril y que aún tenemos mucho año por delante (sin olvidarnos del próximo lanzamiento de Tears of the Kingdom) pero de momento este juego es mi GOTY personal, y sin duda es de lo mejor que he jugado, no sólo este año. Viva la pizza.
Pizza Tower es un juego indie de plataformas 2D fuertemente inspirado en Wario Land, serie a la que jamás he jugado, aunque la conozco, y también me recuerda a los Sonic. Dicho así igual no os parece la gran cosa, pero tened en cuenta que un videojuego cuyo protagonista es un pizzero italiano extremadamente nervioso llamado Peppino Spaghetti tiene un total de cero posibilidades de ser malo. El pobre Peppino tiene una deuda que liquidar (¡oh!, una representación de cómo el capitalismo moderno ataca a los pequeños comercios a favor de los grandes monopolios) y, por si fuera poco, un día aparece una pizza voladora gigante y le amenaza con destruir su pizzería desde su torre, por lo que Peppino se ve obligado a escalar la torre para enfrentarse a su nuevo enemigo (en realidad el juego va de que los italianos pueden correr verticalmente por las paredes).
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Pensamientos baratos y desordenados
AcakTratando de sacar provecho de mis decisiones cuestionables. Este espacio, mío y solo mío, ha sido creado con el fin de utilizarlo como medio de expresión. Así pues, aquí hablaré sobre todo aquello que considere interesante, que me guste, me importe...