cuatro ; medialunas

698 118 34
                                    

Una semana y media pasó desde la incorporación del nuevo repartidor. La tarde del viernes había llegado y con ella un viento fresquito que obligó a las personas comenzar a ponerse abrigo.

Licha estaba chocho.

Estaba cansado del calor y el cambio de clima lo ponia de buen humor. De hecho, tan bueno era su estado de ánimo que dejó un cartelito en la tienda del negocio diciendo que volvía en 5 minutos y se dirigió a la panadería de la esquina.

"Eh wacho, mira vos quien vino, cayó piedra sin llover."
Fue lo primero que escuchó al entrar.

"Se acordó de nosotros por fin, parece que estos humildes panaderos son insignificantes en su vida."
Rodó los ojos y se acercó al mostrador. Parece que los dolidos de sus amigos no le iban a perdonar su ausencia de hace algunos días.

"Manga de boludos, les dije que estamos vendiendo mucho y que no me podía hacer un pique para acá, si el pollerudo de Julián viene un ratito y después se las toma a casa de su marido."
Se justificó Lisandro, observando las facturas de la vidriera.

Después de tantos años conociendo la zona, podría decirse que el rubio conocía a un montón de personas. De esas personas podía considerar amigos a unos cuantos, entre ellos los trabajadores de la panadería de Scaloni.

"No somo' importantes para vo', dejá de justificarte."
Una tercera persona apareció por la parte trasera, cubierto de harina y con una bandeja de galletitas en las manos.

"Dale Leo me estás jodiendo, ¿vos también te vas a prestar al resentimiento de estos?"
Preguntó fastidiado viendo como sus amigos se reían entre ellos de forma cómplice. Ni su vieja le hacía tanto espamento.

"Na, el bobo de Lean dijo que te hagamos la ley del hielo cuando vengas pero son tan pelotudos que no les sale viste."

"Qué me bardeas a mi ahora. Loco que chota que ni en tus propios compañeros de trabajo podes confiar."
Se quejó el de ojos azules chasqueando la lengua.

Lionel Messi, Leandro Paredes y Nicolás Otamendi eran tres de los grandes amigos que tenía el entrerriano. Los conocía de pibes, jugaban a la pelota casi todas las tardes y desde esos picaditos después de clases formaron una amistad inquebrantable que se mantenía durante los años.

"¿Venís a comprar o visitarnos?"
Preguntó Otamendi.

"Los dos. Poneme media docena de medialunas, me las voy a bajar yo solo, que se cague el boludo de Julián."
Respondió señalando sobre el vidrio las facturas que tenían un pinta maravillosa.

Messi acató el pedido y comenzó a guardar las medialunas en una bolsita de papel.

"¿Ya admitieron que se quieren comer el roquete o todavía no?"
Nicolás recibió un golpe en el brazo por parte de su compañero.

"No podes ser tan desubicado flaco, tené un poco más de tacto."
Lean, quien lo había golpeado, se quejó. A veces tenía que sujetarlo porque sino de nuevo recibiría una advertencia del Jefe.

"Todavía no me dijeron nada, pero es obvio que se gustan."

"Y sí, se re nota. Enzo enamoró a Julián con sus zapas de luces."

"Y qué onda gordo, ¿estás haciendo todo vos solo?"
Preguntó Leo dejando la bolsa arriba del mostrador.

"Onda atender el negocio sí, los pedidos no. Ya conseguí otro repartidor."
Licha ya sabía los precios así que le pasó el dinero a Lean que en ese momento se encontraba manejando la caja.

palo santo | cuti x lichaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora