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Las siguientes dos semanas volaron como un avioncito de papel, y cuando la figura aterrizó, Lisa se dio cuenta de que había pasado poco más de un mes desde que la habían raptado.
Normalmente, si alguien le hubiese dicho que su destino estaba enlazado con la mismísima hija de las tinieblas, ella hubiese reprendido aquello y se hubiese arrodillado para orar.
Así, si alguien más también le hubiera dicho que ella aceptaría esa unión, inmediatamente se hubiese hecho un auto-exorcismo, a ella y a la persona que le dijera esa tontería, claro.
Pero en esos momentos no se podía auto-exorcisar o echarse a orar, porque a decir verdad ya no tenía aquella fe flameante.
Las cosas habían cambiado en sobre manera, ella había cambiado.
Su pensar, es decir, y sus sentimientos.
Porque en algún momento dejó de temer y llorar por las noches, para acostarse con una pequeña sonrisa, esperando el mañana con ansias.
Justo como lo había hecho la noche anterior.
Estaba nerviosa, sentía estragos en su pansita, las tan famosas mariposas revoloteaban dentro de ella y sus mejillas se encendían. Tenía el corazón latiéndole a mil por hora.
Ahora estaba sentada en, lo que llamaba ahora, su cama. Estaba siendo arreglada por una monja con la que había compartido un par de charlas en la última semana. SooYoung le aplicaba a golpecitos suaves un poquito de rubor en sus mejillas, para hacerlas más rosaditas.
Anteriormente había aplicado también un poco de sombras en sus párpados, y le había peinado el cabello haciendo resaltar su cabello en pequeños rulos que le daban unos airecitos más pequeño, y tierno.
Sus manos jugaban entre sí mientras reposaban en su regazo. Un vestido blanco acentuaba sus caderas, con los tirantes en la parte superior exponiendo sus clavículas y delicados hombros.
SooYoung terminó de colocar el rubor y pasó a ponerle un poco de bálsamo labial, hizo ver sus labios más rellenitos, rosados y con un brillo que hacía delirar.
—Ya estás lista, Lisa. —avisó la mayor. Tomó la mano de la pelinegra y la levantó para que se pudiera observar en el espejo de la habitación.
Lisa clavó su vista en su figura. Lo admitía, se veía muy bonita, SooYoung se había lucido con su trabajo y ella esperaba que se viera lo suficientemente bien para Rosé.
Era un sábado, cerca de las tres de la tarde. El cielo estaba en un bonito tono de azul, las nubes blancas decoraban el vacío del cielo. Había cierto brillo en las cosas, parecía que toda la ciudad estaba alegre ese día.
Lisa iba a contraer matrimonio dentro de unos minutos, con Rosé.
Y no podía esperar a estar junto a ella, para poder estar juntas finalmente, en todos los sentidos.