En 1863 Japón vive uno de los periodos más inestables y violentos de su historia moderna. En medio del hambre, la muerte y la miseria, Kenji, hijo de un samurái, y Haru, su esposo extranjero, deberán mantenerse juntos para encontrar a un marinero e...
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Shouganai «No se puede evitar»
El viento es demasiado agresivo y golpea contra su cuerpo con ráfagas de gotas frías. La lluvia se ha convertido en una tormenta y ellos, que atraviesan el bosque cerca del mar, observan con terror como los ventarrones están azotando y alborotando más las olas. La marea subió durante esa última hora mientras recorrían el sendero del bosque, cerca de la costa para no perder la visión.
Haru mira espantado la forma en que las olas se han comido la costa de arena y azota las raíces de los árboles cercanos. Aprieta la mano de su esposo con fuerza, húmeda y fría como se encuentra, mientras su esposo lo guía para alejarse más de la orilla y tratar de sobreponerse a los fuertes vientos de la tormenta de verano.
Una serie de relámpagos iluminan la noche tormentosa y Haru observa perplejo la forma en que se tejen hilos de seda azules en un terciopelo negro y gris. Poco después, se escuchan los estruendos de los truenos chocando entre ellos y cayendo sobre el mar furioso. Los vientos airados golpean a los troncos de los árboles y las algunas ramas salen disparadas hacía el cielo, sobrevolando sobre sus cabezas. Haru mira una de ellas desaparecer en el infinito del cielo y se pregunta, por un momento, si el tifón también los tragará a ellos. Si ambos también serán arrancados de la tierra por la furiosa tormenta del verano y se los llevará hasta acompañar a su familia.
Extrañamente, el pensamiento lo consuela. Casi que lo anhela.
El apretón fuerte de su esposo lo saca de ese pensamiento. Kenji lo mira a través de su pelo revuelto por el viento y la humedad de la lluvia. Escucha algo, pero no logra entenderlo y para Kenji es evidente que hay demasiado viento, truenos y lluvia para hacerse entender. Entonces, sin mediar, cambia el rumbo de su caminata y lo aleja de la costa que se está tragando el inicio del bosque. Avanza por las ramas agitadas y Haru se pega más a la espalda de su esposo mientras se estremece con el ruido horrible de una madera cediendo a la fuerza del viento. No sabe en donde, un árbol cae. Los truenos se escuchan cada vez más cerca y la lluvia grita con el viento. Sus ropas se pegan pesadamente en su cuerpo y se siente bañado de miedo y agua.
—¡Haru! —el empujón lo hace caer al suelo, contra el tallo de un árbol caído. Kenji se pone sobre él, cubriéndolo con su cuerpo y su pelo desordenado.
El viento parte un par de ramas a su alrededor y se ve golpear a otro tallo. Kenji sube sus ojos y en medio del resplandor de un relámpago, Haru puede ver la determinación en sus pupilas. Su corazón se encoge al tamaño de una semilla de melocotón. Su esposo ha dejado caer las canastas para que las guarde entre sus piernas, mientras usa su cuerpo como escudo, como si el fuera la pared que va a sostenerlo y recibir la furia de la tormenta para mantenerlo a salvo.. Le sonríe mojado y tembloroso, con sus labios violetas por el frío. Haru no puede aceptar esto.
—¡No! —grita, más alto que la lluvia. Se abalanza sobre su esposo con todo su peso.