07: Gaman

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Gaman «Soportar lo aparentemente insoportable con paciencia y dignidad»

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Gaman
«Soportar lo aparentemente insoportable
con paciencia y dignidad»

Sus pies duelen cuando llegan a las fronteras de Kagoshima. Sus piernas están cansadas de caminar y se siente sucio en todos lados. Desde que dejaron el camino del río, descansaron menos y tuvieron que contar con el agua que tenían en sus frascos para el viaje. Eso significó también bajar su fuente de alimentos y conformarse con pescado seco para acelerar el camino.

Las lluvias constantes del verano alentaron demasiado su avance. Haru ni siquiera puede estar seguro de cuánto tiempo ha pasado, porque, aunque lleva la cuenta de los días, hay momentos que el tiempo sufre un deterioro en su memoria y no puede estar claro desde qué día salió. Han estado caminando de un lado a otro, perdiéndose a veces en el proceso, para llegar a ese lugar. No es anormal que, con la certeza de haber llegado a su destino, Haru sienta ganas de llorar.

Aprieta los dedos de su esposo mientras lo lleva con calma por los caminos transitados de la ciudad costera. El aroma a mar se siente en el aire, una mezcla de aceite de pescado y sal marina, junto a madera húmeda, llega a sus fosas nasales atrayendo recuerdos muy sepultados. Las risas de un par de niños que corren a su lado y las palabras de un mercader que ofrece el tofú para la venta le dan la sensación de alivio. La ciudad se mueve con el brillo de una sociedad viva y ausente de todos los dolores de la guerra que sabe, se avecina. Kagoshima muestra todo su color y brío a través de los gritos de los comerciantes y el transitar de las carretas hacia el puerto.

Por un momento se tambalea. Su esposo lo sujeta del brazo y le permite apoyarse a su costado, aún en medio de la gente. Haru escucha las voces de mujeres y hombres moviéndose a su alrededor, así como sus aromas varios bifurcándose en un cóctel demasiado pesado para respirar. traga y absorbe suficiente aire, aunque le marea.

—Haru...

—Estoy bien... estoy bien, Kenji. —Busca a tientas los dedos de Kenji para sujetarlos y apretarlos en confirmación—. Creo que ya quiero sentarme.

Kenji, como siempre, le sorprende. Apenas tiene tiempo de soltar el aire cuando su esposo lo carga aún con esfuerzo, con un brazo detrás de su espalda y otro detrás de sus rodillas. Haru apoya su cabeza en el pecho de su esposo, sintiéndose pequeño como tantas otras veces, aunque fuese más alto que Kenji. Es lo que le hace sentir el aroma de su esposo: acogido y protegido.

Haru se pierde en las divagaciones. Aprieta el yukata de su esposo y se deja llevar mientras el aroma suave y reconocido le inunda el alma, calmándolo. Las arcadas en su estómago se alivian, así como el ardor seguramente producto del hambre. Su cabeza no reconoce nada más mientras es llevado, sintiéndose frotar entre nubes.

No, no flota entre nubes. Está sobre la proa de un enorme barco mirando como las olas golpean la fuerte estructura de hierro. Sus ojos observan con fervor la manera en que la espuma golpea y se aleja, y siente el aire que pega pequeños fragmentos de sal sobre sus mejillas. A veces, abre la boca como si quisiera saborear la sal, pero todo lo que llega a él es mucho viento salado, al que apenas puede paladear. Aun así, se retuerce en una risa cantarina y abre los brazos, mirando las gaviotas que vuelan con él sobre su cabeza. Haru es tan solo un niño un poco más alto que las cajas de madera que transporta.

La gentil tristeza de las cosas (BL)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora