Las palabras de Will hicieron que Amelia sintiera algo muy extraño; como un calor que se extendió por su pecho y hacia el resto de su cuerpo, calentándola.
Justo cuando ella estaba experimentando todas esas sensaciones, él bajó una mano desde su cabeza hacia su cuello, luego hasta su mejilla. Fue un tacto suave y cariñoso que la derritió totalmente.
Era increíble cómo podía hacerla sentir tanto durante un simple beso... Aunque la realidad era que para ella ningún beso que William le diera sería simple.
Él rompió el beso y bajó al cuello de Amelia con dedicación, asegurándose de lamer, morder y besar cada mílimetro de él.
Amelia sentía que podía explotar de la felicidad en cualquier momento; las manos gigantescas de William la mantenían totalmente acariciada, rendida ante su toque y masculinidad.
De pronto, cuando entendió hacia dónde estaban yendo las cosas, ella se alejó de William como si él fuera fuego y la estuviera quemando... Lo cual no estaba muy lejos de la realidad, la verdad.
—Princesa... —la llamó él siguiéndola. Amelia corrió hacia el otro lado del desván, asegurándose de dejar la cama en medio de los dos. Necesitaba poner distancia con él y sólo lo conseguiría obstaculizando el camino... Porque estaba segura que si él no la buscaba, ella misma sería capaz de saltar a sus brazos fuertes.
—¡No puedes sólo venir y besarme! —gritó ella al borde del llanto.
—Amor, estoy tratando de hacer feliz a mi mujer aquí, pero no estás colaborando. —se quejó él con seriedad. Amelia bajó la mirada y un sonrojo le quemó las mejillas cuando vio cómo el cuerpo de Will reaccionaba a su cercanía.
—¡Yo no soy tu mujer!—gruñó ella y tomó una almohada de su cama, para luego lanzársela a William.
Él la atrapó y olfateó el aire.
—Mierda, amo este lugar. Huele a ti en todas partes. —exclamó él con una mirada oscura de deseo. —Por supuesto que eres mi mujer, princesa. Eres mía y yo soy tuyo. Punto... Ahora ven aquí, que quiero demostrarte lo mucho que te extrañé. Debería castigarte por traviesa. —agregó mirándola a los ojos con sensualidad.
Amelia sintió que esa mirada y sus palabras hicieron que se le contrajeran los ovarios.
Mientras ella seguía en su shock momentáneo de excitación, William aprovechó de acercarse rápidamente a ella.
Para el momento en que ella reaccionó, él la había rodeado con sus brazos.
—Hagamos un trato. Dame lo que me pertenece y ya luego te explicaré todo. Prometo que no te ocultaré nada. —susurró él y Amelia suspiró.
—Aquí no hay nada que te pertenezca. —murmuró ella dolida. Su propio cuerpo la traicionaba. Moría por el toque de Will y sus caricias; ella sabía que no seguiría resistiéndose por más tiempo.
—Todo aquí me pertenece, princesa. —aseguró él bajando sus manos al trasero respingón de Amelia.
Ella se asombró y abrió la boca para reclamarle, pero Will la besó antes de que pudiera decir cualquier cosa.
Su cuerpo ya no pudo seguir negándose a Will... Amelia sintió cómo sus barreras caían al suelo convertidas en cenizas.
Él no tardó nada en desnudarla, y ella no se quedó atrás ayudándolo a salir de su pantalón.
—Mía. Mía. Mía. —canturreó William al tiempo que besaba la piel de la espalda de Amelia. Amelia estaba perdida, el deseo le nubló la mente hasta convertirla en un ser meramente instintivo.
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Una Historia para Navidad
Short StoryPara Amelia López la navidad era una época perfecta. Pero, por alguna extraña razón, esta navidad era diferente. No había logrado escribir una estúpida línea gracias a su bloqueo creativo y, encima, su hermano no paraba de pedirle ayuda con su nuevo...