- CAPÍTULO 2: Cóctel-

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Amelia se sintió aun más nerviosa en cuanto los villancicos comenzaron a sonar fuerte por toda la tienda de departamentos.

Le había costado demasiado calmar los latidos de su corazón después de descubrir que el hombre de traje y cabello negro la miraba desde lejos.

No la había quitado la vista de encima desde su aparatosa caída. De sólo recordarlo, ella se volvía a sentir avergonzada.

¡Le había caído encima con todo el peso de su cuerpo ermitaño y él sólo le había preguntado si estaba bien!

¿Cómo es que no se mostró furioso?

No sólo era guapísimo... Lucía bastante autoritario y eso le atría demasiado.

Los villancicos subieron aún más el volumen y ella suspiró. Sabía lo que se venía, porque ese era el aviso que tenían de que estaban a sólo unos minutos de comenzar.

Ahora no solamente se sentía asfixiada por el traje, sino que además no quería salir del camerino que su hermano había preparado para ella y los demás personajes del Polo Norte.

Se sentía avergonzada luego de ver a ese hombre tan guapo de cerca.

Ella sabía que él estaría afuera y su mirada seguiría conectándose con la de él como lo había estado haciendo antes de entrar a camerino.

Lo último que quería era que, después de pasar tanto tiempo siendo una ermitaña, un hombre guapo estuviera en primera fila viéndola mientras hacía el ridículo en público.

En verdad estaba decidida a no salir, para proteger su reputación y todo eso... Pero luego pensó en los niños, quienes se divertían tanto con lo que hacía, y se sintió culpable.

¿Qué le importaba a ella lo que ese hombre pensara sobre ella? ¡Era un total desconocido!

Daba igual qué pensara él, mientras ella hiciera felices a los niños y ayudara a su hermano estaría cumpliendo su cometido... No había asistido a ese lugar por otra cosa que no fuera esa.

Pero, ¿por qué no podía sacárselo de la cabeza?

Sólo tenía que ir y hacer lo que le correspondía...Mientras más rápido lo hiciera; más rápido regresaría a su desván, a escribir y seguir con su vida. Tal y como debía ser.

Con eso en mente, caminó fuera del camerino y se armó de valor para hacer su parte en la actividad.

Su hermano parecía estarla esperando, se veía terriblemente nervioso y ella intentó darle ánimos, aun cuando ella misma se sentía así.

Se reprendió mentalmente al descubrirse buscándolo con la mirada. Sabía que no estaba bien, pero después de escanear el lugar buscándolo, se preguntó dónde podía estar... ¿Acaso se había ido?

Peor aún, ¿por qué la idea de que se fuera la hacía sentir decepcionada?

El evento comenzó y ella decidió silenciar sus pensamientos sobre él.

Comenzaron a entretener a los niños que iban a la tienda, y ella se mostró complaciente con los niños que entraban; se tomó miles de fotografías y dejó que los niños le hicieran preguntas.

Eran muy dulces, en su mayoría preguntaban sobre su alimentación como elfa y si tenía permitido comer todos los dulces del mundo.

Incluso le preguntaron si acaso a los elfos les salían caries... Era bastante divertido interactuar con ellos y darse cuenta de lo importante que era la inocencia.

—¿Caries élficas? —preguntó una voz detrás de ella y luego soltó una carcajada ronca; sonó tan espesa y varonil que le erizó los vellos de la nuca.

Una Historia para NavidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora