— Deja a Pietro, Lena —murmuro Natasha al ver que la menor tenía al gato entre sus brazos desde hace horas.
Lena sonrió y dejo al gato en el suelo.
— Pietro me ha alegrado un poco —comentó Lena y abrazo a Natasha, está dejo un beso en la cabeza de su hija y sonrió.
— El echo de que te sientas minimamente bien me hace sentirme de igual forma, ¿Sabes qué te quiero, no? —Lena observo los ojos de Natasha, sabiendo que no eran parecidos a los de ella, lo único demasiado diferente que tenían.
— Aja, yo también te amo, 3 millones —Natssha rió negando con la cabeza y apoyo su cabeza en la de Lena.
Siempre es agradable tener a alguien ha quien quieres a tu lado.
Es dorado, como el oro, el amor vale aun más que el oro, y aun hay personas que no lo aprecian lo suficiente, o no aprecian suficiente a las personas que los aman.
El amor es algo de la vida que se presenta de demasiadas maneras y eso es lo más bonito que tiene.
El saber que en cualquier lugar en el que estés, alguien te tiene "amor" de alguna manera.
Lena cerró sus ojos sintiendo una pizca de tranquilidad que no sentía desde las dos semanas que llevaban lejos.
Y Natasha también lo sintió, con toda la culpa que sentía.
El abandonar a su hermana cuando tenía unos 15 años le costaba su familia, aun que no estaba segura de que fuera así, ella sabía que algo tenía que ver.
El echo de que era su hermana quien quiere matar a su hija la carcomia.
La única persona que quiso en su infancia tenía la intención de quitarle una de las personas más importantes de su vida.
Es algo que le dolería a todos.
Sin evitarlo, la menor se durmió con su cabeza en el hombro de su madre.
Y esta la protegió, era una de las cosas que más le gustaba hacer.
"Protege a quienes quieres, Natasha, tarde o temprano los perderás y el saber que no los protegerte lo suficiente duele, y te lo dice alguien quien abandono a sus hijas"
Las palabras que Alexei le había dicho cuando se entero que su hija mayor había tenido dos niñas retumbaba en la cabeza de Nat.
Sabía que aunque protegía a una a la perfección, su pequeña Lia era proteguda de una forma diferente y cruel, no era por favoritismo, Natasha quería a sus dos hijas por igual, sin embargo; la única que corría el mayor peligro era Lena, la pobre pelirroja de once años.
Suspiro y la observo; sus ojos cerrados, su pequeña nariz y las pocas pecas que tenía en su cara.
Sonrió al ver el parecido de su hija con su esposa, en definitiva Lena era más Maximoff que Romanoff, sin embargo su hija menor era su copia, lo único que Lía tenía diferente a Natasha eran las pecas que invadían su cara; incluso su cuerpo.
Sonreí débilmente, extrañaba a la pequeña y estaba segura de que aquella niña no debía entender ni una sola cosa de lo que pasaba.
Suspiro cerrando sus ojos, era la hora de la siesta, probablemente sus dos pelirrojas se encontrarían durmiendo o... intentándolo.
— ¡Quiero a Mami! —Exclamaba Lia quien se encontraba únicamente con su ropa interior.
Wanda suspiraba sin querer explicarle a Lia que su madre había muerto, tampoco quería asumirlo ella.
— Mami aun no vuelve cariño, deberás dormir con Mamá —habló Wanda con sus expresiones faciales tristes y cansadas de toda la mierda en la que su vida se había convertido.
— Quiero a Mami Nat... —lloriqueo la pequeña niña y Wanda la tomo en brazos acariciando su espalda.
— Yo tambien desearía que estuviera aquí Lee... pero me tienes a mi, yo te tengo a ti... podemos dormir juntas —trato de calmar la ex-castaña a la niña en sus brazos.
Esta dejo de lagrimear y se desplomó en su madre.
Aun con sus ojos verdes abiertos.
Wanda apoyo suavemente su espalda en la cama y tomó la manta tapando a ambas.
Lia suspiro y finalmente cerró sus ojos.
Extrañaba jugar con su hermana y su madre, no entendía a donde habían ido, ni porque se fueron... pero dormir sobre Wanda ayudaba a calmar a la niña, relajarse y dormir con tranquilidad, sabía que era su refugio, lo era desde que nació sin embargo no podía evitar extrañar la persona de la cual nacio; Natasha.
Wanda acaricio los cabellos rojos de la niña sin cerrar un ojo.
Todo era tan extraño... incluso los cadáveres que vio eran raros... lucían como sus pelirrojas, pero sin embargo; sabía que algo raro había en esos cuerpos y eso no la dejaba dormir en paz.
— Te quiero —susurró besando el cabello de Lia.
Ella soltó un pequeño ronquido y puso su mano en las costillas de Wanda.
Su madre sonrió observándola.
Tenía a una de sus pequeñas y aunque no era suficiente: sabía que tenía a alguien a quien querer en ese momento, alguien a quien demostrarle todo el amor que ahora no podía hacer ni con Natasha ni con Lena.
Y eso en parte; le generaba comodidad y calma.
Siempre es bueno tener a alguien a quien refugiar y en el cual te puedes refugiar.
Luego de la muerte de sus padres fue Pietro, luego Natasha y ahora Lia.
Al parecer... Wanda no estaba destinada a tener a las personas que quería cerca.
Suspiro cerrando los ojos.
Sin poder evitarlo en su cabeza solo se veían su hija y esposa y aunque eso le dolía, por lo menos sentía que las tenía cerca durante un rato.
Lo que la castaña no sabía es que las tenía más cerca de lo que creía y no estaban tan lejos como ella pensaba, la vida no le permitía saberlo pero su alma en lo más profundo, lo sabía, lo suponía sin querer explicárselo a su cabeza.
Wanda abrió los ojos por unos pequeños segundos para asegurarse de que su hija siguiera en sus brazos... sonrió al ver que seguía allí y finalmente... logro dormir.
Holaaa, luego de varios días, aquí estoy de nuevo.
Lo siento tanto... gracias por su paciencia chiquillos.
Una fotito de Lia pequeña pero mayor que en esta historia para alegrar un poco este cap.
Los quiero.
-Izzy💌
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home.
FanfictionLa familia Romanoff tuvo desde siempre una vida tranquila, hasta que una ex viuda que se encuentra controlada por hydra tiene la misión de capturar a Natasha Romanoff y su hija mayor; Lena.