La biblioteca es su único momento donde no tiene a Diego y a Ariel colgándose de sus brazos para que los acompañe a todos lados como su perro guardián, merecía un descanso de sus amigos, asegurándose de que no esté la rompe pija de la bibliotecaria, subió sus pies a la mesa y empezó a leer su cuadernillo lleno de anotaciones, mirando de vez en cuando el material de sus libros, anotando o dando más contexto a palabras sueltas por ahí.
Pablo y él estudian en el profesorado de lengua y literatura, a ambos le gustan los niños y también son fanáticos de la lectura, fue una buena decisión inscribirse los dos juntos, Aimar no se sentiría tan solo y Marcelo podría pedir los apuntes para cuando falte.
Su tarde iba medianamente bien, el profesor de "estudios Lingüísticos II" había faltado - mejor, era un alfa con un hedor a jengibre que descompone a todos en el aula menos a los beta - y ahora que tenía la tarde libre decidió aprovecharlo en su futuro. Bueno, "futuro", a este paso no se va a terminar de recibir si todos los profesores siguen faltando.
Suspiró, ya cansado de su propia letra y palabras complejas qué según debían explicarte algo pero no hacían más que marearte. No tenía más qué hacer y no le daba el cerebro para ponerse a leer otra cosa, consultó la hora en el reloj que colgaba arriba de uno de los estantes repletos de libros. Las siete menos cinco, todavía faltaba una banda para que su colectivo salga...
Mientras pensaba qué hacer con su vida, una sombra se iba asomando por su cabeza, hasta que no estuvo completamente envuelto en ella no notó el olor a... su nariz se movió instintivamente en busca de reconocer dicho olor, ¡ah, asqueroso olor a ron y madera!, arrugó la nariz y miró hacía arriba para ver quién lo estaba molestando. Su disgusto fue mayor cuando vio la enorme, pero muy enorme, cabeza del dientón de Riquelme.
Con ustedes un alfa en carne y hueso, alto, aire seguro, espalda bien recta y el mentón erguido, cabeza - como ya mencionó - gigante, suaves pecas en su morena piel, pelo negro cual carbón y dientes horribles, ¿horribles? ¡no, espantosos, horrendos!, amigo de Pablito, sí, su Pablito.
──Eh... ¿hola? ── Torció un intento de sonrisa, Marcelo ya se sentó mejor en la silla para empezar a guardar sus cosas, sin pensar en dirigirle la palabra.
Si sus amigos querían mezclarse con los de esa casta, le parecía perfecto, pero él no, prefiere lejos a esos animales mal olientes y sin domesticar, ni con un palo los quiere tocar.
──¡Ey, banca un toque! ── Antes de que pudiera salir por completo de la mesa, lo agarró fuerte de la muñeca para que no se vaya, y Marcelo no es precisamente Ghandi en estas situaciones, hizo fuerza para que lo suelte y como no pudo hacerlo por las buenas, empezó con las piñas limpias. ──¡Che, qué te quiero hablar!
──¡Entonces soltame y ahí sí hablamos! ── Antes de dar otra piña, una voz que conocía muy bien, lo detuvo.
──Chst, ¡la biblioteca es un lugar de silencio!
Vieja de mierda, ojalá un día se termine muriendo...
──Bueno, bueno, te suelto, ¿dale? ── Y así lo hizo, Román le liberó la muñeca izquierda, retrocediendo unos pasos, con los brazos en alto, la cara roja por alguna de sus piñas directas a esa parte, Marce no estaba para nada arrepentido.
Se acomodó la mochila en la espalda, mirando con desagrado a Riquelme. ──¿Qué querés?
Abrió la boca, pero después la cerró, pensante. ──Te... te tengo que pedir un favor...
Alzó una ceja. ──¿A mi?
Asintió. ──Ajá, ajá.
──¿Por?
──Es que, como vos sos amigo de Pablo... y lo conoces bien... ── Se rascó la nuca, mirando al piso con vergüenza. ──Me preguntaba si me podías ayudar a...
──No pienso ayudarte a cortejarlo. ── Se cruzó los brazos, apoyándose en la mesa. ──No hay chance.
──Ufaaa, dale, por favor, ¡también soy amigo suyo!
──Entonces sabes cómo empezar, ni necesitas ayuda.
──No es tan fácil como vos pensás, aunque claro, no me sorprende qué ni sepas cómo es un cortejo si a vos nadie da bola. ── Ahora él tenía el celo fruncido, las pobladas cejas arrugadas en la frente.
... bueno, razón no le faltaba, desde la secundaria qué nadie intenta si quiera tener una cita con él.
──¿Y aún así querés mi ayuda? chupala, gil. ── Cuando quiso volver a irse, en vez de una mano, fue un brazo delante de su cuerpo.
──Mirá, pensalo, es recién martes, si en uno de estos días se te ablanda el corazón, ¿me podrías ayudar?
Lo miró fijamente, con claro desagrado, pero lo pensó, él no se lleva con los alfas pero Pablo sí y si este era amigo suyo, sabría cómo cuidarlo medianamente decente, tendría que acercarse más para ver si realmente le haría bien a su amigo o solo está para jugar con él.
Ugh, las cosas que hace por sus amigos...
Movió la cabeza, afirmando. ──Veo y te aviso.
──Gracias.
──¡Chssssssst! ── Vieja hija de re mil puta.
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¡Ayudame! | Bover.
Hayran Kurgu[au!¡omegaverse] [ships Bover] "Los alfas son tan inútiles, ¡los omegas podemos ser felices sin ustedes!" Marcelo Gallardo es un omega, hasta ahí todo común, pero le tiene un gran rechazo hacía los alfas de todos los géneros posibles, siendo bastant...