12| La fiesta.

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12| La fiesta.

Aksel


Tardamos tan solo una hora en llegar a la fiesta. Se organizaba en casa del sobrino del entrenador, Tate. Era un chaval el cual iba de tío duro por la vida. Pasaba de todo bastante, de las movidas y sobre todo de las opiniones de los demás. Por eso me extrañó demasiado cuando Malcom dijo que la fiesta era en casa suya. No le pegaba nada.

Como a mí.

Apreté la mandíbula en cuanto vi a Parker saliendo de su coche con dos de sus colegas. No nos vieron, pero tuve las inmensas ganas de salir del coche y pegarle una paliza delante de todos increíble.

Le eché una mirada a Chase que estaba sentada en el asiento del copiloto. No les había visto porque tenía la mirada perdida. Las piernas le temblaban y se quitaba los pellejos de las uñas.

—Chase, mírame.

Sus ojos color miel me miraron y por primera vez me vi reflejada en ella. Se veía vulnerable, con miedo, perdida. Tenía la mirada de alguien que no sabía cómo afrontar lo que se venía encima. Alguien desesperado con ganas de despertar de una maldita pesadilla y saber que no es real, que esto no es real.

Pero no era así.

—Sé que tienes miedo, te lo noto—mi voz se suavizó—, pero no puedes dejar que Parker se salga con la suya. Deja de seguirle el juego y sé tu quien dicte las reglas.

—Gracias—tragó saliva.

—Vamos.

Salí del coche dando un portazo y acto seguido ella también salió. La gente de nuestro alrededor no nos quitaba la vista de encima. Seguramente se estarían preguntando por qué estábamos ahí. Las dos personas más odiadas del instituto.

No me importaban sus opiniones, sin embargo, no pude no fijarme en el efecto que tuvieron esas miradas en Chase. Ella era más frágil. Sus comentarios le afectaban y no pude evitar no sentir la obligación de ayudarla.

La cogí del brazo y la arrastré hacia la casa. Malcom me había escrito diciendo que estaba en el interior de esta tomando una cerveza. Ya en el interior la gente estaba a lo suyo y no se daban cuenta de nuestra presencia.

Sin embargo no todos eran así. Algunos cuchicheaban a nuestro alrededor o nos señalaban con el dedo.

—Nguyen, tú y tu zorrita podéis iros por donde habéis venido.

—Eso, aquí no pintáis nada.

Dos chavales cuyos nombre y rostros no me resultaban para nada familiares se plantaron delante de nosotros.

Noté como Chase se escondía detrás de mía, intimidada por estos gorilas.

— ¿Perdón y vosotros erais? —les examiné de arriba abajo. Uno tenía gafas y otro braquets. Parecían que habían salido del club de los empollones.

— ¡Tioooo! —Malcom vino directo hacia nosotros con  una botella de tequila en la mano. Miró a los dos intrusos y le dio una palmada a uno de estos— ¡Os estaban llamando por ahí atrás!

Al instante desaparecieron de la faz de la tierra, no sin antes dirigirnos una mirada de asco a los dos.

Si no tuviera la condicional les hubiera pegado una paliza en medio de toda la multitud.

—¿Cuánto tiempo llevas aquí? —le pregunté. Chase seguía sin despegarse de mi. Su cuerpo rozaba el mío y estaba agarrada a mi brazo.

—Un buen rato—le restó importancia con el brazo. Luego se dirigió a Chase y le tendió la mano—. Soy Malcom, el único amigo que Aksel tiene.

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