De padre santo, hijo diablo

4 1 0
                                    

¡Sabe usted!, mi padre era perfecto, jugaba con los niños, aconsejaba a los jóvenes y acompañaba a las viudas en su luto. Una conducta irreprochable "El Pastor Manuel", o como lo llamaban el pastor santo, a mi padre santo.

Yo en cambio la oveja negra descarriada del rebaño del pastor, siempre me gustó salir, el alcohol, las mujeres por su puesto, pero a mi edad, es algo que les gusta a todos ¿o me equivoco?

Mi padre el santo, el religioso que castigaba a mi hermana por sus notas en la escuela, o si decía malas palabras se tenía que encerrar en su habitación a leer la biblia o recitar salmos.

Recuerdo que una vez un amigo me había prestado una revista, esas de mujeres desnudas ¿vio?, mi padre que siempre revisaba nuestras cosas por si había algo inapropiado, ¿para qué?... Había encontrado al mismísimo diablo debajo de mi colchón. ¡Fue tal la golpiza que me dio! al otro día tuve que faltar a la escuela, y leerme el apocalipsis de principio a fin. Con el objetivo de meditar mi castigo por mis actos impuros.

Mi vida siguió, tenía muchos amigos, "las malas compañías" según el pastor, pero éramos unos adolescentes aprendiendo a vivir, nada más.

El padre santo, más viejo y más severo, yo era su hijo diablo, el que estaba alejado de Dios, pero alejarme del supremo en mi opinión simplemente era tratar de vivir una vida autentica.

Una noche entré a su estudio, el escritorio estaba lleno de papeles y libros, pero en un cajón, ¡zas!, mi revista, esa que supuestamente había quemado por tener al Demonio, entendí que el pastor, tiene sus deseos, y no lo culpé por eso, mi mamá falleció siendo muy chicos mi hermana y yo.

Una tarde voy al templo a verlo, quería hacer las paces con él por algo que ya ni me acuerdo y de paso pedirle plata. Al llegar, a su oficina sale una chica, me acorde al instante quien era, la veía en el templo con su mamá de chiquita, me vio, automáticamente bajo su mirada y apuró el paso.

Entré a verlo, estaba muy nervioso me recibió con un:

-¿Qué haces acá? -de mala manera

Di media vuelta y me fui, ¿para qué sostener lo insostenible?

Esa noche me quedé por ahí con unos amigos, llegué algo tarde a casa, ingresé a casa la luz estaba apagada, camino al baño veo la puerta de la habitación de mi hermana apenas abierta, y el reflejo de la luz de su velador, entonces me asomé despacio quería ver si estaba despierta o si se había dormido para apagarle la luz.

Pero lo vi esa imagen nunca la voy a borrar de mi mente. Estaba mi padre, "el santo" sobre ella, con una mano le tapaba la boca para que no gritara, todo su cuerpo sobre el de ella.

Yo quedé paralizado viendo esa escena y ella que en un momento me vio, esos ojos, llenos de tristeza y miedo.

Salí de ahí, voy a la habitación de mi padre algo tenía que hacer y rápido. Lo que encuentro es una estatuilla maciza de unos treinta centímetros aproximadamente, el premio honorable por su "labor incansable por el bien estar de nuestra comunidad", eso decía una placa en ella.

Fui directo a rescatar a mi hermana, enceguecido le di el primer golpe a mi padre por detrás en su cabeza, cayó instantáneamente al suelo yo me tiré sobre el golpeando su cara una y otra vez, hasta desfigurarlo, mi hermana quebrada el llanto con su cuerpo semidesnudo sobre la cama, tratando de entender lo que hice, el honorable premio en el suelo manchado de sangre.

Señor fiscal, ya que vino a verme, no le pido perdón, y no me juzgue, ya habrá tiempo para perdonarme a mí mismo, todo lo que hice fue defender a mi hermana, si estuviera en esa situación lo haría de nuevo.

Todavía parece que veo su cabeza desfigurada, ahí en el suelo, así mismo sentía su mirada, esa acusadora que juzgaba sin descanso, el hombre perfecto intachable, mi padre "el santo" muerto en las manos de su hijo diablo.

De padre santo, hijo diabloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora