Día 8

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Era un poco estresante para Jimin, tener que fingir que no se había masturbado con la foto de Agust, mientras lo veía asomado en el balcón con sus audífonos puestos junto a Denver.

Se escuchaba un poco turbio, pero no lo pudo evitar.

Estaba duchandose, cuando Agust invadió otra vez su cabeza. Pensar en su extraña costumbre de usar puras camisas y busos blancos, le hizo imaginarse como su cuerpo se vería expuesto si se mojaba. Era una imagen tan erótica. Pero no era suficiente para venirse. Estaba desesperado. Así que salió de la ducha y fue hacia su celular, abriendo la foto de Agust, y deleitandose en esta mientras casi arrancaba su miembro, por la fuerza y furor que tenía.

Suspiró frustrado y siguió con sus labores, mirando de vez en cuando a Agust.

Aquel día transcurrió tan exasperante para Jimin. Por el motivo de que no pudo seguir viendo a Agust en lo que quedaba de la tarde. Este había pasado el día en la alcoba o en su habitación, no había bajado a la sala.

¡Maldita sea, necesitaba verlo aunque sea una última vez antes de irse!

Cuando acabó con su día laboral, fue hacia el baño, y se dio una ducha rápida para quitarse el sudor y mugre, igual cuando llegara a su departamento se volvería a duchar. Se puso su ropa y tomó su mochila.

Cuando pasó por la sala, se detuvo y volteó hacia las escaleras. Él solo estaba autorizado para estar en la planta baja y el jardín, no podía subir.

Pero quería verlo...necesitaba verlo...

Mordiendo su labio inferior, dejó su mochila y fue hacia las escaleras, ideando una rápida excusa para haber subido.

Cuando terminó de subir las escaleras, vio el pasillo, y la luz naranja del atardecer que venía del ventanal de la alcoba. Habían algunas puertas de varias habitaciones, y un pasillo al final que formaba una T.

¿Donde estaría Agust?

Decidió caminar hacia la alcoba, y se asomó sin abrir el ventanal. Agust estaba allí.

Estaba acostado en el suelo, sobre unas mantas y un pequeño cojín

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Estaba acostado en el suelo, sobre unas mantas y un pequeño cojín. Aún tenía los audífonos puestos y sus ojos estaban cerrados. Denver dormía cerca del balcón.

La luz del atardecer chocaba en su cuerpo de una manera casi mágica y espectacular.

Jimin rodó el vidrio del ventanal lentamente, pero se quedó parado en el marco.

A un lado de Agust había un tocado de vinilo, junto con un vaso de agua y un plato vacío.

Terminar el día con esta hermosa imagen de Agust es lo que quería. Sonrió satisfecho.

En eso, Agust abrió sus ojos y dio un pequeño respingo al ver a Jimin parado en la entrada.

- ¿Jimin hyung? - dijo con su voz adormilada.

- Oh...buenas tardes, Agust...discúlpeme, no quería incomodarlo o asustarlo, yo... - Jimin se sintió nervioso por un momento.

Agust se sentó aún con sus ojistos entrecerrados, y le sonrió. - Buenas tardes, no se preocupe, no me incomoda, solo me asusté un poco al levantarme y ver a alguien parado allí. ¿Le puedo ayudar en algo?

Jimin lo quedó viendo. Solo quería volverlo a acostar, ponerse encima de él y besarlo, tocarlo, recorrerlo...

- Yo...ya me iba, solo quería avisarle, pero como no lo encontré abajo...disculpe mi atrevimiento.

- No, no hay problema, gracias por querer avisarme - Agust se levantó, quedando frente a él.

Su cabello estaba un poco despeinado y su camisa tenía desabrochada los dos primeros botones. Agust lo estaba matando.

- Yo suelo dormirme muy rápido, y más cuando leo o escucho música, siempre he sido así - dijo con una tímida risita - no crea que estoy enfermo o soy un holgazán.

- Claro que no. No pienso eso. - dijo enseguida Jimin. - Más bien, me recuerda a un conejito o felino en su madriguera.

Agust rió tapándose la boca. - Que ocurrencias tiene hyung.

Jimin se perdió en aquella risita, mientras el escaso resplandor de luz resaltaba su perfil.

- Es que usted, se me hace muy tierno.

Agust alzó una ceja un poco sorprendido. - ¿Tierno?

Jimin asintió, y se le acercó un poco más. - Así es, y, ¿me permite decirle algo más?

Agust asintió curioso. Jimin llevó una mano hacia uno de sus mechones, acariciandolo suavemente, causando que Agust entreabriera sus labios por la sorpresa.

- Eres muy precioso...






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