tres: poco a poco.

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Borja Luzuriaga era un alfa encantador, la combinación perfecta entre sus padres, una alfa extrovertida y un omega dulce, así lo describieron sus padres a Alexis Nevada, a quién realmente no le importaba demasiado si ese alfa tenía el trasero cubierto de oro, no podría reemplazar jamás a las personas que había dejado en su antiguo hogar.

— Sácate ese gorro, por amor a Dios. — había pedido su madre una vez más mientras bajaba las escaleras. — No eres un vagabundo y no es invierno aún.

— ¿No es un vagabundo? — inquiere su padre, pareciendo realmente confundido. — Pensé que lo era, estaba a punto de regalarle diez dólares para que se fuera de mi casa.

— Euros, Jhon, usamos euros ahora. — corrige la mujer, tratando de recogerse el cabello con un broche que parece demasiado grande para su mano. — ¿Está todo listo para Marina y Borja?

— Bueno, contratamos a doscientas personas para desempacar nuestra antigua casa aquí en dos días, hay una cena para cuarenta en la mesa y estoy metido en este traje desde hace tres horas, yo digo que nos faltan un par de pavos reales y trompetistas para cuando lleguen. — enlista el omega, su padre contiene una risa ante la mueca de indignación en el rostro de su esposa.

— Alex, entiendo que esto es difícil — empieza Soledad, dejando que el cabello rizado le caiga sobre los hombros. —, per-

— Esto es más que difícil, ma, y no lo vamos a discutir justo ahora, está bien, podemos hablarlo luego.

El sonido del timbre detiene el intento de la beta de hablar, todo era un poco más complicado de lo que parecía, todo era un poco más difícil con Alexis, todo era un poco más difícil por su edad, o su casta, o su cabello, todo siempre era más complicado por él.

— Hablaremos de esto después, Chole — tranquiliza el hombre. —, ahora, pon tu cara bonita y abramos la puerta.

El omega pudo ver la uñas cortas de su madre dejar sus pobres palmas que ya se habían tornado rojas por la presión ejercida en ellas, y suspiró, hacía todo lo que podía, siempre por ella, pero esto, justo ahora, esto de pretender, nunca le había salido especialmente bien.

La mujer, Marina, en verdad era extrovertida, recibió a sus padres con un abrazo que a Alex le pareció algo excesivo, y cuando se dirigió a él, con un amor que parecía real, por primera vez en mucho tiempo, Alexis Nevada se sintió pequeño, e inadecuado, pero él siempre se sentía inadecuado, así que dejó el sentimiento pasar mientras la mujer le sonreía con dulzura.

Borja llegó después, algo apresurado y sonriéndole con la misma amabilidad que su madre lo había hecho, era tan alto como su padre, los ojos cafés le brillaban con emoción y un suave aroma a cedro le acompañó hasta que estuvo frente a él.

— Te recuerdo — dijo, con una sonrisa que parecía demasiado grande para ser real. —, Quackity, ¿verdad?

Su madre odiaba ese apodo, se lo recordó con una mirada que el omega decidió ignorar mientras tomaba la mano del mayor en un apretón.

— Y tú eres Luzu. — asegura, escuchando la suave risa proviniendo de él. — Me gusta tu gorro.

El alfa deja ir el agarre en su mano y asiente quedamente, aún sonriendo, una sonrisa muy grande, muy real, al omega ya le agrada.

— A mí me gusta el tuyo. — halaga de vuelta Luzu.

.

— ¿Señor? — llama la voz del beta, dando un par de golpes en la ventanilla del auto. — ¿Está listo para bajar ya?

"No" quiere decir, pero no tiene voz. ", no estoy listo, da la vuelta y vámonos a casa, por favor; llama a mi padre y dile que puede irse a la mierda, él y el imbécil que me está esperando ahí dentro, solo... por favor".

High-school Cliche - OmegaverseDonde viven las historias. Descúbrelo ahora