Si uno hubiera visto a Samuel De Luque en mitad del grupo de estudiantes de la escuela de Edurana no vería nada raro, el alfa llamaba la atención a simple vista, pero si uno fijaba la vista en él, si lo escudriñaba con la mirada, casi se podían ver los botones de la chaqueta ligeramente diferentes, donde alguien los había vuelto a coser allí.
Si uno observaba a Samuel entre el grupo de estudiantes de Edurana claramente pertenecía allí, pero no había sido así desde siempre, se lo podía ver en los ojos violetas, severos, bajo las espesas pestañas negras, había algo ahí que no pertenecía a nadie más en Edurana, pero que nadie jamás notaba tampoco.
Nadie conocía a sus padres o el lugar en el que vivía, entendían que era reservado, apenas hablaba con Borja Luzuriaga fuera de las actividades del consejo y aunque era bastante conocido dentro del instituto, apenas un par de personas sabían a que olía, usaba supresores, y desodorante de hormonas, por si no era suficiente.
Y las personas lo observaban, demasiado para su gusto, pero era lo que tenía ser el presidente del consejo de estudiantes, el mejor promedio del instituto, y el capitán del equipo de matemáticas.
Se le había otorgado una beca en su primer año allí, aunque nadie más que él, Borja Luzuriaga, y un par de maestros lo sabían.
Las manos, que parecían tan gráciles, en realidad estaban cubiertas de cayos que le manchaban las palmas, aunque nadie las había visto lo suficientemente de cerca, o con la suficiente atención como para notar aquello.
Tenía varios trabajos, los había tenido desde hacía tiempo, había trabajado todo el verano en una construcción, era aquello lo que le lastimaba las manos, y el trabajo en el supermercado hasta media noche era lo que le pintaba las ojeras.
Pero nadie lo sabía, no, solo Luzu, un par de maestros y él, eso bastaba.
Los ojos violetas se deslizaron hasta su reflejo, tenía las mejillas rosas, y aunque pudo parecer narcisista de su parte, solo se miraba con el fin de calmarse, se miraba tratando de convencerse de que todo estaba bien, que no pasaba nada, porque así era.
Sentía el mundo deshaciéndose bajo su pies, con el frío y la agitación corriendo dentro de sus huesos, presionándole los pulmones y haciéndolo sentir diminuto, pero el mundo no se deshacía, no, y él no era diminuto.
Las manos le temblaban apoyadas junto al lavabo, y por consecuente, los brazos también, tenía la sensación de que iba a desfallecer en cualquier instante, volvió a mirarse, y la imagen le repugnó, tenía la corbata floja, con el cuello de la camisa abierta, las mangas de la chaqueta se habían manchado con el agua y el cabello negro le caía sobre la frente.
— Está bien. — le susurra al chico de aterrados ojos violetas que lo mira de vuelta. —Estoy bien, ¿ves?
Su reflejo no parecía del todo convencido, pero se limitó a asentir quedamente, quizás tenía razón, sí.
Suspiró, el aire pareció controlar un poco el caos que era, apenas, las manos aún le temblaban, el grifo del agua se había cerrado por fin, y solo escuchaba el pesado latir del corazón contra los tímpanos.
Le tomó tiempo, pero se volvió a abotonar la camisa, y a acomodar la corbata, los ojos violetas volvieron a ver al intranquilo chico del espejo, se veía mejor, el cabello aún estaba desordenado, así que se pasó una mano entre las hebras negras, tratando de arreglarlo.
— ... le dije que parecía tene- Oh, Samuel, hola. — escucha de pronto, y el alfa levanta la mirada hasta mirar el reflejo de Luzu y Auron entrando al baño, así que sonríe, mirando a la pareja. — ¿Estás bien?
— Sí, sí... — murmura, girándose para mirar a ambos. — ¿el descanso empezó ya?
— Sí, ¿no escuchaste la campana? — pregunta, Luzu se acerca hasta él, los ojos cafés mirándolo bajo el ceño fruncido. — ¿De verdad estás bien?
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High-school Cliche - Omegaverse
Fiksi PenggemarRubén Doblas no es un buen estudiante, el instituto no es algo que se le dé bien, y la psicóloga del instituto lo ha aceptado al fin. Para mantener su puesto en el equipo de basquetbol deberá mejorar sus calificaciones, y no encuentran a nadie mejor...