III

166 24 3
                                    

Anjali observó aturdida que el segundo policía se acercaba a ella. Pero en el
momento en el que llegaba a su puerta, Rahul preguntó con voz exageradamente alta:

—¿Secuestrado? Qué tontería, Naina. ¿De dónde diablos has sacado esa idea?

Naina lo fulminó con la mirada, pero no dejó de abrazarlo.

—Charley ha visto lo que sucedía. No sé porque lo niegas ahora, pero... —miró
por encima del hombro de Rahul y gimió—. ¿Ha sido ella? ¿La señorita Guantes
Blancos?

—Supongo que ahora comprendes por qué he dicho que era una tontería —se
desprendió de los brazos de Naina y se volvió justo en el momento en el que Anjali se estaba apoyando obedientemente contra el coche con los brazos en alto.

—No me mire así, señor Raichand —le dijo Anjali—. No ha sido a mí a quien
se le ha ocurrido tomar mis huellas dactilares encima de su coche favorito. Yo sólo estoy cumpliendo órdenes. Pero tendré mucho cuidado de no mancharlo.

Rahul miró entonces al policía que estaba vigilando a Anjali y que parecía estar a
cargo de toda la operación.

—Siento haberles causado tantos problemas, oficial, pero me temo que en
realidad no ha ocurrido nada.

Un joven que se encontraba entre la multitud que abarrotaba la entrada al club,dio un paso al frente.

—Pero yo lo vi todo, señor Raichand —dijo, y señaló a Anjali—. He visto que se colocaba detrás de usted y que sostenía algo en la mano.

—¿Que sostenía algo en la mano? ¿Y por eso has decidido que era una secuestradora? Aquel debía de ser Charley, dedujo. ¿No era así como Naina lo había llamado?

—Y también he visto que los dos se metían en el coche por la misma puerta y
usted ha tenido que quitarse del asiento del conductor.

—Entonces también habrás visto que la he ayudado a entrar —señaló Rahul.

Uno de los policías dijo secamente:

—Señor Raichand, si no le importa, seré yo el que dirija la investigación.

—No creo que haya mucho que investigar —contestó el millonario—. ¿Cree usted que tengo aspecto de haber sido secuestrado? —señaló a Anjali con la mano—. Además, ¿por qué razón iba a volver una secuestradora al escenario del crimen?

—Pero yo he visto... —Charley tomó aire y sacudió la cabeza—. Quizá me haya
equivocado, pero estaba seguro de que...

El policía que estaba detrás de Anjali elevó los ojos al cielo y musitó algo que Rahul no alcanzó a comprender.

—Señor Raichand—dijo a continuación—, si dice que no ha sido un secuestro, entonces no podemos hacer nada más por usted.

—Me alegro de que por fin alguien diga algo sensato.

—Pero antes de que decida que no va a denunciar a nadie, me gustaría hablar
con usted en privado.

—¿A quién quiere que denuncie? Sólo hemos salido a tomar el té —de pronto se
le ocurrió algo. Rodeó el coche, abrió el capó y sacó la bandeja de buñuelos de crema que la señora Atadia le había regalado—. ¡Aquí tiene la prueba que necesita!

—Sin embargo, será mejor que hablemos dentro.

—Si insiste... —dijo Rahul—. Pero no estoy dispuesto a compartir mis buñuelos.
Tendrá que fiarse de mí cuando le diga que son los mejores del mundo.

—Sí. Y supongo que también para todo lo demás tendremos que conformarnos
con su palabra.

Rahul sintió que se aplacaban ligeramente los latidos de su corazón. Todavía no habían salido del bosque, pero veía ya un rayo de luz en la distancia.

Cambio de novia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora