CUPIDO VIENE A VERME

→FLECHA 2-2←

Abrió los ojos con delicadeza, un poco confundido. La tenue luz que lo hizo despertar se apagaba poco a poco. Notaba algo en el cuerpo, algo fino pero caliente, se sentía a gusto en esos suaves brazos de tela, y no sabía porqué. 

Volteó la cabeza a un lado, ahora despierto del todo, cayó en la cuenta de que ya no estaba en el cielo; el mismo se había desterrado. Pero... ¿Dónde estaba?

Era una habitación medio vacía, parecía toda hecha de madera: cajones, armarios, sillas, hasta lámparas. Sin embargo era cálida y humilde, bastante bonita. 

Se enderezó un poco, intentando recordar lo que había sucedido después de haber dejado El Cielo. Había sobrevolado el mar azul, había deseado con todas sus fuerzas ser libre, había... ¿Sido clavado por una flecha?

Sacudió su cabeza, un dolor insoportable emanaba de su pecho y entonces lo vió; estaba completamente vendado, desde las axilas hasta su abdomen. La gruesa capa que lo cubría estaba manchada de sangre, sangre del dios del amor.

-Tengo... que salir de aquí.- No sabía donde estaba, nadie había ido en su busca y probablemente en ese planeta habría seres con los que le resultaría dificil lidiar. 

Sin embargo, antes de que se levantara, antes, incluso de que tomara una decisión, alguien entró por la puerta. Era un muchacho de pueblo, no medía mucho más que el y estaba un poco delgado. Este al verle se sobresaltó y se puso de pie inmediatamente, aunque tuviera una herida podía moverse, no era la primera vez que se enfrentaba a alguien en esas condiciones, incluso peores.

-Tran-tranquilo hombre, que solo he venio pa' traerte un par de toallas.- El ángel quedó totalmente fascinado por su acento, era un poco raro pero transmitía calma y seguridad.

Bajó la guardia, tenía la sensación de que ese ser (el humano) no parecía tener malas intenciones. Además, era amable y aunque fueran de diferentes mundos, sus cuerpos parecían idénticos, a excepción de las alas y el poder mágico.

-¿Dónde estoy?-. Habló poco a poco, tenía seguro de que no era peligroso, pero era necesario recopilar información sobre ese nuevo mundo... Al fin y al cabo, ahora que lo pensaba bien ¡Era libre! Se animó un poco.

-Tas en las afueras de la ciuda' ¿Dónde va usted a está sino? ¿No nota el acento?-. El ángel se lo quedó mirando, el muchacho tenía fuerza en la voz.- Ahora estate quietecito, tas sudao' y el fresco no tara bien. Cogerás un resfriao' asi que arrópate bien, que pa que queremos más.- Obligo al más alto a tumbarse.

En ese momento nació una nueva amistad. Ninguno de ellos lo sabía pero era más fuerte de lo que pensaban. Una pequeña brisa recorrió los alrededores, lo que no se sabía era si traerían algo bueno.

[...]

EN EL CIELO

-¡Galón! Eliezer... no noto su presencia.- Una mujer, joven por su apariencia, gritaba el nombre de su esposo.

Con las fuerzas que le quedaban intentaba encontrar al menor de sus hijos, sabía que se había ido muy disgustado de su fiesta de cumpleaños, ella intentó seguirlo e incluso discutió con su marido del tema, pero al final se puso de acuerdo con su familia en dejarle su propio espacio. Aunque, la verdad, es que sus hermanos no estaban preocupados por él.

-Es un rebelde sin causa, déjalo estar, madre.- ÁNGEL NÚMERO 1.

-Leo tiene razón, no hay por que preocuparse, es un dios del amor y sabe cuidarse solito.- ÁNGEL NÚMERO 2.

-Además, conociéndole seguramente habrá salido huyendo del cielo a buscar su libertad. Se habrá agobiado. Es una verguenza, no saber sobrellevar una situación como esta... ¡Patético!-. ÁNGEL NÚMERO 3.

-Si a mi me dieran el honor de ser un dios para toda la eternidad me darían exactamente igual las normas impuestas, si es que no se puede ser más inmaduro.- ÁNGEL NÚMERO 4.

-Tiene que aceptar la realidad, dadle tiempo.- ÁNGEL NÚMERO 5.

-¡Dejádle! ¿No veis que no está preparado? Es un incordio. Hace que sus padres se preocupen por él. ¿Es que no sabe llamar la atención de otra forma?- ÁNGEL NÚMERO 6.

-Encima que nos habíamos dignado a aparecer en su cumpleaños. He tenido que suspender una cifra considerable de reuniones por esto.- ÁNGEL NÚMERO 7.

-¡BASTA! ¿Y vosotros os consideréis sus hermanos?-. La mujer se había cansado, tenía unos hijos arrogantes y no podía negarlo. Incluso los más mayores eran así.

-¿Hermanos? Nosotros nunca dijimos eso, a mi me da igual no ser su hermano. Una carga menos, madre.- El ángel número 7 volvió a hablar, haciendo que la sala entera quedara en silencio, aunque en el fondo todos estaban asintiendo por dentro.

-Entonces, si no sois sus hermanos... Tampoco sois mis hijos.- Los presentes se quedaron de piedra al ver que esas mismas palabras salían de una mujer dolida, la misma mujer que los cuidó siendo su madre. Muchos de ellos agacharon la cabeza arrepentidos.

-Id con vuestro padre, con él debatireis el tema. Seguro que de esta forma os poneis de acuerdo, es tan arrogante como vosotros.- La mujer se dió la vuelta y salió de la habitación, muy decepcionada con ellos.

-Esta bien ¡Ya la habéis oido! Acudiremos a padre, es la mejor solución.- Uno de los ángeles mayores cerró la conversación e hizo que sus hermanos le siguieran. 

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ADELANTO

-¡¿Queee?! Padre esa decisión es... horrible.- Un grito desesperado retumbó toda la sala.

-Silencio, es una decisión y así se hará.- Todos sus hijos lo miraron sorprendidos, no podían ni hablar.

Mientras tanto en otra parte; en las afueras de la ciudad se producía una conversación entre dos hombres dentro de su humilde hogar.

-Pero que dices... No podemos hacer eso, todavía es un criajo.- Uno de ellos hablaba con preocupación.

-Ya no es tan criajo y lo sabes, en un instituto se moldeará bien.- Respondió el otro sin reparos.

-¿Y con el otro que hacemos?.- Preguntó dejando de lado un tema que no dejaba de preocuparle.

-El otro es un ángel, sabrá cuidar de nuestro hijo. Hará de escudo, aunque se le ve un poco atontao.-