11. La historia no se cuenta

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—Sentí tristeza en ti— dijo el dios de la tierra apareciendo junto a Zöe luego de que los héroes salieran de su jardín—¿Qué sucede Zozo?

La ninfa no le dedicó ni una mirada al dios que apareció a su lado, solo se secó la lágrima suelta de su mejilla y le dio la espalda.

—Zöe...

—¿Por qué? — Perseo pudo sentir el sollozo y la tristeza que fracasó en ocultar.

—¿Por qué, qué? —preguntó confundido. Aunque, en el fondo, él sabe perfectamente la razón de la tristeza de la ninfa.

Zöe se volteó a verlo y en ese momento fue que vio la verdadera tristeza que inunda el corazón y el cuerpo de la joven hespéride.

—Pensé que eras distinto. Creí que no eras igual al resto de los dioses que reinan este mundo, pero me equivoqué.

Perseo sujetó la muñeca de la ninfa para evitar que se vaya— ¿Podemos hablar?

—No hay nada de lo que hablar, Lord Perseo— escupió con asco mirando a esos ojos grises que tanto le gustan.

—Claro que tenemos que hablar, Zöe. Estás herida. — dijo con pesar el dios de la tierra.

Zöe aflojó en su lucha para salir del agarre del dios y se dejó guiar hacia la misma esquina donde siempre se sientan cuando Perseo viene de visita.

Perseo obligó a la ninfa a sentarse en el suelo y él detrás de ella. Le sujetó el cabello y desenredó la trenza, invocó un peine y comenzó a peinarla suavemente.

Ambos guardaron silencio mientras tanto, Perseo para no seguir lastimando a la ya herida ninfa y Zöe para no faltarle el respeto al dios que la puede vaporizar con un pensamiento. No cree que lo hiciese pero mejor prevenir que lamentar.

—No voy a destruirte Zozo, nunca te haría eso— dijo suavemente el dios de la tierra detrás de ella.

Zöe suspiró— A esta altura no lo sé, mi señor. Ya demostraste que eres igual a otros dioses.

Perseo tuvo que admitir que eso dolió.

—¿Esto es por Andrómeda? —preguntó con cautela.

Una risa sin gracia se escapó de la boca de la ninfa— Por lo menos te acuerdas de su nombre, te pone un escalón por encima de tus hermanos.

—Está bien, me lo merezco.

—¿Siempre haces eso?, ¿te gusta una mortal, vas y te acuestas con ella?

Perseo optó por no responder.

El silencio del dios detrás de ella le confirmó sus pensamientos a la ninfa— Lo suponía.

—Perdón si te decepcioné Zöe, pero...

—Pero nada, Perseo— dijo interrumpiéndolo— Pensé que eras distinto, pensé que...

Zöe guardó silencio sin terminar su declaración. A pesar de ya conocer el final de esa oración, Perseo quería escucharla de ella.

—¿Qué pensaste?

Suspiró pesadamente— Pensé que me querías...

—Lo hago.

—No lo haces, eres igual a los demás. Ven a una mortal y se olvidan de las mujeres que los aman.

Esta vez fue el turno de Perseo de suspirar pero para guardar el enojo que busca en salir a la superficie — Escucha, yo no era así... Yo...— el dios de la tierra no pudo continuar su declaración porque no tuvo nada que decir.

Dios de la tierraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora