❝Love could repair your soul❞
En donde los Reyes Volturi y los Guardias Volturi por fin encuentran a su alma gemela, sin embargo primero deben aprender de ellos, verán sus aventuras y los riesgos que conllevan ser parte del prejuicioso "mundo mágico...
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Todos en la sala ya estaban acomodados, la pantalla se encendió una vez que terminó la cuenta regresiva. Los vampiros estaban curiosos respecto a lo que se mostraría y también al mismo tiempo emocionados (sobretodo los que tenían un alma gemela).
Alec Volturi esperaba conocer a ese tal Anastacius, su pareja debía ser lo suficientemente poderosa para estar con él, un vampiro de alta categoría, un Guardia de élite, estaba sorprendido ante eso, inconscientemente esperaba saber más acerca de su pareja, por alguna extraña razón quería consentirlo, viendo de reojo algunas de las ropas del grupo de humanos, se dio cuenta de que este debía estar metido en un problema demasiado peligroso, puede que no lo diga pero quería saber si el Black se encontraba bien.
Ahora que lo pensaba, el Black mayor debía ser su padre o al menos su tutor, sin embargo por alguna razón no le agradaba, se veía que no había madurado correctamente, pero aún no lo conocía del todo, pero aseguraba que el hombre no se preocupaba por su hijo.
—¿Me pregunto que nos van a mostrar?—dijo Susan por lo bajo, estando consciente de que los vampiros podían oírla.
—No lo sé, tal vez mostrarán todo desde el inicio—le respondió Daphne de acuerdo a la pregunta de su amiga.
—Silencio, señoritas, está por comenzar—dijo Blaise silenciando a las dos que devolvieron su mirada a la pantalla.
El señor y la señora Dursley, que vivían en el número 4 de Private Drive, estaba orgullosos de decir que eran muy normales, afortunadamente. Eran las últimas personas de las cuales se encontrarán relacionados con algo misterioso, porque no estaban para tales tonterías.
El señor Dursley era el director de una empresa llamada Grunnings, que fabricaba taladros. Era un hombre corpulento y rollizo, casi sin cuello, aunque con un bigote inmenso. La señora Dursley era delgada, rubia y tenía un cuello casi el doble de largo de lo habitual, lo que le resultaba muy útil, ya que pasaba la mayor parte del tiempo estirándolo por encima de la valla de los jardines para espiar a sus vecinos. Los Dursley tenían un hijo pequeño llamado Dudley, y para ellos no había un niño mejor que él.
—Deben ser encantadores—dijo Draco con burla. A lo que muchos de sus compañeros y compañeras se rieron. Sin duda los Dusleys eran todo menos eso, algunos ya hasta lamentaban el haberlos conocido.
