2. La encrucijada del diablo

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«Si estás buscando el cielo.

Entonces ven y consíguelo»

—Be my daddy, Lana del Rey.

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—¿Sigues enojado conmigo?

Jin GuangYao susurró en voz baja, de pie junto a la mesa donde su mejor amigo mantenía un libro abierto y apuntaba en su cuaderno con tranquilidad. Lan Huan no levantó la vista para hacerle caso.

El jovencito de lindos hoyuelos bufó, tomando asiento frente a él.

—¡XiChen, no puedes seguir evitándome de esa manera tan cruel! —siseó, echando un vistazo a los alrededores por si la bibliotecaria comenzaba a buscar al causante del ruido.

—Puedo y lo haré —respondió el Lan.

Yao se cruzó de brazos, levantando el mentón con severa indignación.

—Todavía que te ayudé a romper el hielo con ese guapo gege que te gusta, me ignoras como si no existiera. ¡Eres un malagradecido de lo peor!

Lan XiChen cerró el libro de un portazo mordaz y lo miró con el ceño fruncido, omitiendo los leves murmullos de los demás estudiantes en la biblioteca en reprimenda a su acción precipitada.

—¿Cómo te atreves a definirme como un malagradecido cuando ambos sabemos que esto no fue más que el pago de un favor que me debías? Mismo que, dicho sea de paso, nunca pensé en cobrarte con anterioridad, hasta ahora —espetó, su expresión tensa—. La razón por la que te estoy ignorando, A-Yao, es porque me hiciste quedar como un sucio cualquiera que está desesperado por ser follado. WanYin-ge debe odiarme.

—¡Pero seguí los consejos de un profesional, no puedes culparme a mí! —GuangYao se defendió.

—¿Consejos de un profesional? —repitió Lan Huan—. Querrás decir que copiaste el diálogo vulgar de una película porno barata.

—¡Siguen siendo profesionales!

—Un profesionalismo que no necesitaba en lo absoluto. Pasé de ser un desconocido caliente a un degenerado repugnante y sin educación por tu culpa.

Jin GuangYao negó en repetidas ocasiones, apilando los pesados libros del otro chico para acompañarlo a su próxima clase.

—No juzgues el método y mejor confía en el proceso, dulce HuanHuan. Ese hombre estará a tus pies tarde o temprano.

—Prefiero que sea más temprano que tarde —admitió el aludido—. He esperado quince años por él y no permitiré que lo arruines, A-Yao.

Los ocelos de su mejor amigo se abrieron con genuina sorpresa, su labio inferior sobresaliendo en un puchero herido.

—¿Me estás dejando fuera del juego?

XiChen dejó un golpecito juguetón en la mejilla del chico, sonriendo con inocencia.

—Sí.

Caminó fuera del edificio, considerando lo que venía a continuación. Había cometido el grandísimo error de dejar que su bestie escribiera la primera de las notas dirigidas a Jiang WanYin, sin embargo, eso no resultó como quería. Tenía que remediarlo a como diera lugar.

Solo esperaba que no fuera demasiado tarde para corregir una catástrofe inminente.


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TASTE | ChengXiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora