3. Lo correcto de lo incorrecto

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«Si yo pudiera saber lo que hay en tu mente.

Si tu mirada me dice que eres caliente,

que te pones tímida delante de la gente, disimulando.

Que hace mucho tú me gustas es evidente,

olvídate de lo que tus amigas piensen,

que sus palabras no son suficientes.

¿Por qué te demoras, por qué te detienes?»

—¿Por qué te demoras?, Plan B.

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Jiang Cheng estaba al borde de la locura.

¿Pero cómo no hacerlo, si los sublimes gemidos de Lan Huan inundaban su habitación; lascivos y deliciosamente pecaminosos, con sus cuerpos centelleantes y embravecidos deslizándose juntos en la exquisita danza del sexo sin control?

Se sentía como la peor basura que existía en el planeta, pero no le importaba en lo absoluto. En ese caluroso instante, lo único relevante era el bello espécimen que se desmoronaba debajo de su cuerpo, creando una obra majestuosa; XiChen sollozaba de placer mientras lo embestía profundamente por detrás, su puños retorciéndose en la seda oscura de las sábanas. Desde lo alto, Jiang Cheng apretó sus curvilíneas caderas en un agarre de hierro, deslumbrándose con la magnífica vista de sus tiernas nalgas ondeando debido al ruidoso golpeteo de sus pieles empapadas en fluidos.

La calidez del agujero resbaladizo y deliciosamente estrecho de XiChen lo envolvía en un estrujamiento intoxicante, abriéndose y cerrándose en cada furiosa sacudida de su longitud hinchada, mostrando la visión embriagadora de la rosada carne maltratada y abusada que lo incitaba a profanarlo con rudeza. Cada vez más salvaje. Más incontrolable e indomable.

Jiang Cheng era un maldito cerdo.

Lo peor es que no se arrepentía de serlo.

—¡Ah~ ge, por favor, más rápido! —gimió el menor, hundiendo su cara sonrojada en la almohada ínterin los chapoteos lascivos de las penetraciones se unían a las súplicas pronunciadas—. ¡WanYin-ge... oh~ sí... más...!

Como un perro faldero, Jiang Cheng obedeció la orden sin chistar, enrollando sus manos en los muslos sudorosos y sensibles de Lan Huan antes de follarlo a un ritmo bestial, sedicioso y agreste. Los sollozos de XiChen aumentaron de volumen, retorciéndose entre chillidos una y otra vez a causa del placer sexual centelleando en sus venas febriles.

—¡Ah~ ahí, ahí, ge! —gritó, meciéndose en busca de su propio clímax cuando la punta del pene de WanYin apuñaló su próstata estropeada—. ¡WanYin-ge, oh... Dios!

—Mírate, pequeño A-Huan. Eres tan hermoso... y mío —espetó entre jadeos entrecortados, luego mordió el hombro desnudo de su amante. Jiang Cheng podía sentir la cúspide cerca, rozando el cielo con la yema de los dedos. El joven que sometía bajo su pesado cuerpo se estremecía de pies a cabeza, cegado por la lujuria.

—¡WanYin-ge~! Y-yo... ah... voy a...

—Lleguemos juntos, cariño.

Las palabras amorosas apretaron el botón afrodisiaco dentro de Lan Huan. En cuestión de segundos, éste abrió los ojos de par en par, brillantes de éxtasis y hambre, exigiendo un sucio beso con la boca abierta y la saliva cayendo por su barbilla. Una vez más, Jiang Cheng le concedió el deseo, su lengua maestra jugueteando lánguidamente con los labios de XiChen antes de devorarlo, chupando y mordisqueando a su antojo. Con la respiración agitada y sin aliento, enfocó sus atenciones en decorar su espalda nívea con pétalos de florida pertenencia y cariño, mimando aquí y allá como un recordatorio perpetuo. Uno bastante claro.

TASTE | ChengXiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora