Jimin
La fiesta estaba en pleno apogeo cuando me dirigí al casino frente a nuestro hotel, donde se celebraba la fiesta de cumpleaños de Vante en uno de los clubes. Había esperado a propósito hasta que las cosas estuvieran en marcha, ocupándome de asegurarme que todo estuviera listo aquí para la parte de la gira en Melbourne antes de ir a Sydney mañana. Sería mucho más fácil aparecer en la fiesta si la atención de Vante ya estaba dividida entre una sala llena de invitados, y eso fue exactamente lo que enfrenté cuando entré al club privado a través de cortinas de terciopelo.
—¿Dónde coño has estado?
Antes que mis ojos se ajustaran al vertiginoso despliegue de luces de colores que parpadeaban en el cuarto oscuro, RM estaba a mi lado, lanzando un chupito en mi mano.
No había planeado beber nada esta noche, pero ahora que estaba aquí, tal vez no fuera una mala idea aliviar algo del estrés. Eché el trago hacia atrás, y RM levantó la ceja.
—Va a ser una de esas noches, ¿eh? —Con un brillo en los ojos, me dio otro trago, que me tragué, el whisky me hizo lagrimear los ojos. Cuando se dio la vuelta para tomar otro de la barra, Jin lo cortó.
—Si no estás planeando sostener su cabello esta noche, tienes que reducir la velocidad del rodaje —dijo Jin.
RM se lamió los labios mientras envolvía su dedo alrededor de uno de los rizos de Jin.
—Sabes que tengo mejores planes para esta noche.
—Entonces deja de tratar de emborrachar a Jimin. Es una mala influencia. —Jin me sonrió mientras RM se acercaba por detrás de él, con su boca en el cuello de Jin. Cuando susurró algo que no pude escuchar en el oído de Jin y un rubor se deslizó en sus mejillas, ya había tenido suficiente.
Girando los ojos, alcancé el trago que RM había dejado en la barra y lo lancé hacia atrás antes que pudiera protestar, y luego me abrí paso entre la multitud.
El alcohol que se abría paso por mis venas ya me estaba calentando, me solté el nudo que tenía en la garganta y me desabroché el cuello. Significaba que no me mostraría vestido para impresionar, ¿pero a quién estaba aquí para impresionar, de todos modos?
A Vante no, eso es seguro.
Hablando del cumpleañero, estaba en la parte más alejada de la habitación, junto a las ventanas del piso al techo, rodeado por todos lados de admiradores, riendo y bebiendo. No me sorprendió en lo más mínimo. Vante tenía una sonrisa contagiosa que iluminaba la habitación y un encanto que hacía que los demás quisieran estar a su alrededor. Demonios, él había sido el que me había convencido de tomar este trabajo, aunque si hubiera sabido lo difícil que sería, tal vez lo hubiera pensado dos veces.
Ser atraído por Vante era fácil; lo difícil era mantenerse alejado.
Lo que me llevó a la razón por la que me aventuré allí en primer lugar: buscar una distracción de una noche.
Agarré un trago de una de las camareras que trabajaban en el piso e instantáneamente me arrepentí de haber tomado ese frutal brebaje púrpura. Temblando cuando mi cabeza empezó a nadar, aflojé aún más mi corbata, y entonces una voz profunda estaba en mi oído.
—¿Quieres bailar?
Me di la vuelta, moviéndome demasiado rápido para la cantidad de alcohol que había tomado en un puñado de minutos, pero por suerte el hombre que me había propuesto el baile estaba allí, su mano en mi cadera para estabilizarme.
El hombre era varios centímetros más alto que yo y era como un linebacker. Era guapo, de piel oscura y suave y ojos brillantes que no nadaban en alcohol como los míos.
—Hola —me las arreglé, consciente de su mano en mi cadera, así como de un par de ojos que hacían agujeros en un lado de mi cabeza. Miré a mi izquierda, y mis ojos se encontraron con los de Vante desde el otro lado de la habitación. Incliné mi cabeza.
No te gusta esto, ¿eh? Qué lástima.
Me volví hacia el hombre de la pista de baile y sonreí.
—Me encantaría bailar contigo.
—Bien —dijo, enrollando sus dedos alrededor de las presillas de mi cinturón y tirando de mí hacia adelante para que nuestros cuerpos estuvieran al mismo nivel. Maldita sea, no era más que un músculo sólido, como si estuviera moliéndome contra una roca, y tuve que agarrar sus brazos para estar tan cerca como quería.
Cerrando los ojos, intenté relajarme y dejar que mi cuerpo siguiera el ritmo de lo que había venido a hacer, pero mi mente se arremolinaba con imágenes de Vante. Vante mirándome, Vante soplando las velas de su pastel mientras cantábamos el Feliz Cumpleaños delante de una multitud de decenas de miles, y, por supuesto, Vante dejando caer su bata de manera que su cuerpo perfecto y desnudo estuviera en plena exhibición y pudiera quedar impreso en mi cerebro para siempre, asegurándose que en momentos como éste, cuando quería pensar en cualquier cosa menos en él, apareciera para torturarme.
¿Qué decía eso? ¿Siempre quieres lo que no puedes tener? Eso no se aplicaba normalmente a mí, pero desde que conocí a Vante, había sido una lucha pensar en muchas otras cosas. Podría lidiar con mi atracción mucho mejor si no hubiera sabido que él sentía lo mismo.
¿Por qué no pudo mantener su maldita boca cerrada? ¿Por qué tuvo que complicarlo todo y besarme esa noche? ¿Por qué tuve que devolverle el beso? Porque ahora que sabía lo que me estaba perdiendo, era difícil compararlo con cualquiera.
Abrí los ojos, las imágenes de Vante se desvanecieron al enfocar mi atención en mi pareja de baile. Sus caderas se movían al compás de mi ritmo, pero aunque era un tipo atractivo y de complexión seria, algo no se sentía del todo bien. Aún así podía sentir la mirada de Vante, así que lo ignoré y seguí bailando.
Y tal vez me tomaría otro de esos asquerosos chupitos de fruta cuando la camarera volviera.