10 - Los Invencibles Leones Rojos - Parte 2

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— Leones rojos es lo que habíamos venido a buscar, mi amigo...

Los dos hermanos no cabían en sí, este niño rico no era el primero que se alejaba demasiado de su zona de confort en busca de su aldea, pero si era el primer príncipe que se acercaba tanto a ellos estando solo, y prácticamente desarmado, y para rematar, se daba aires victoriosos.

— Oye, oye ¿qué clase de actitud es esa? — señalo la chica con molestia — no me gusta ¿tratas de parecer un héroe de cuentos? Es desagradable.

— Calma, Myron, el principito solo se siente algo valiente por no haber muerto a la primera, déjalo que se sienta bien consigo mismo, el sentimiento le durara poco — fueron las palabras amenazantes del hombre gigante mientras hacía sonar sus nudillos de forma desagradable.

— Únicamente le están dando la razón a la repugnante fama que carga toda su raza — gruñó el gran mestizo— el príncipe quiere darles el beneficio de la duda, pero si siguen así, yo no pienso dudar en arrancarles a ambos la cabeza.

La chica, de nombre Myron, comenzó a reír estruendosamente mientras se sostenía el estómago, como si este le doliese.

— ¡Ay no puedo, no puedo! — tuvo que detenerse un momento a tomar aire porque las carcajadas le habían hecho daño — Hermano Lo'lo, el perro cree que puede matarnos cuando no es más que un mestizo y encima esta él solo.

— Ciertamente es hilarante, pero no pierdas la concentración.

"Te toca lidiar con esto, niño"

Negar que estaba nervioso sería mentir horriblemente, incluso sin energía mágica brotando de ellos, se podía notar claramente que esos dos hermanos eran bestias divinas de sangre pura en su mejor estado físico, ellos emitían las mismas vibras que el fanalis encadenado en Xek, Masur...ese hombre estaba quieto porque él así lo deseaba.

— ¡Mi nombre es Bavilo, Bavilo Verdi de Secramise! — llamó la atención de las bestias alzando su voz — no hemos venido a buscar conflicto-

— ¡Pero nosotros sí!

Su velocidad era de vértigo, la muchacha salió disparada como una bala de cañón, directo a tratar de asestar una patada voladora contra el príncipe, quien realmente no pudo seguirla con la mirada hasta que la tuvo delante, de no ser por Noctis, estaría muerto. El lobo reacciono a tiempo, pillando la pequeña cintura de la chica entre sus mandíbulas y arrojándola en dirección al fanalis mayor.

— ¿Se encuentra bien, mi príncipe? — Noctis cambio a su forma hibrida, luciendo una estatura similar a la del fanalis masculino— alteza, usted tiene un corazón muy noble, pero dudo que estas bestias puedan entender lo que eso significa, ni aunque tuviera la clave para que recuperasen sus poderes, se tomarían el tiempo para escucharlo.

El Sol Negro de Arbezela . . . Las Joyas de la PrincesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora