Inicio de una historia

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La noche había caído como un dulce manto en la ciudad de Liones.

La joven peliplata caminaba de camino a casa. Su vida era como la de cualquier persona, del trabajo a casa y alguna que otra salida con las amigas.

Caminaba con los audífonos puestos en su melodía favorita sonando por el dispositivo móvil, meneando suavemente las caderas al ritmo de las notas musicales y su dulce cabello se mecía con el soplar de los vientos.

No era raro que robara la atención de cualquiera que la viera caminando sin preocupaciones o vacilaciones.

Pronto llegó a su vivienda, tomo las llaves dentro de su bolso, giro la manilla y entro; sin embargo nadie la recibió más que su dulce mascota, Luna.

Una gatita salió de una de las puertas del pasillo, era preciosa, blanca como la nieve, con ojos de distinto color y muy dócil.

-Hola mi dulce Luna, ¿te portaste bien?- tomo en brazos a la gatita que ronroneaba. Era su única compañera por lo que siempre hablaba con ella.

-¿Que voy hacer Luna?- su dulce sonrisa se cambió a una triste preocupación -son los últimos días de trabajo con el tío Hendrickson- suspiro preocupada -necesito encontrar un empleo pronto- tomo a la gatita en brazos con rumbo a la habitación rosa, su habitación.

Había estado trabajando con Hendrickson, era una muy buen farmacéutico pero saldría de viaje para actualizar los métodos de curación. Le prometió conseguirle un buen empleo antes de irse, sin embargo ya había pasado un par de semanas y no había conseguido nada.

-Mi pequeña Luna ¿que debo hacer?, no quiero llamar a mamá para recibir los sermones de siempre y no puedo pedir prestado más dinero, ya tengo suficiente con la deuda del tío Hendrickson- sus ojitos miraban por la ventana, como si un milagro pudiera llegar a su puerta.

Aún con esperanzas miro por última vez la luna llena que brillaba en lo alto del cielo, se cambió la pijama y después se recostó hasta quedar dormida junto a su minina.

[En otra parte de Liones]

-Meliodas hijo por favor no te vayas, estás ebrio, podría pasarte algo- su madre rogó al rubio que se negaba a quedarse en casa después de la fuerte pelea con su padre.

-Es mi vida y yo hago con ella lo que quiera madre- se negó furioso caminando entre pequeños tropiezos a la puerta principal.

-Meliodas basta, no le hables asi a mamá, ella no tiene nada que ver con lo que nuestro padre haga- su hermano intervino tratando de cerrarle el paso para que no saliera en su estado.

-Meliodas mí amor, por favor no te vayas- su madre rogó desde el fondo de la habitación con las lágrimas amenazando con salir.

-Perdoname mamá- salió haciendo a un lado a su hermano quien aún le veía preocupado. El rubio subió al auto y se marchó a toda velocidad.

Los Demon eran distinguidos por sus grandes virtudes tanto en los negocios como en su carácter. Sin embargo no eran la familia perfecta que solían verse en las revistas.

El rubio manejaba a altas velocidades en el auto pensando en toda la pelea absurda que había provocado su padre. Comprometerlo con una mujer a la que no amaba le parecía absurdo, no era cursi pero le parecía despreciable tener que vivir con alguien por la fuerza.

Cegado por la irá y el alcohol hizo que aumentara la velocidad hasta colisionar con otro auto en medio de la carretera.

Para la madrugada las luces de la ambulancia iluminaban la carretera desolada y su sonido se intensificaba cada segundo. Con la vista borrosa y la cabeza ensangrentada salió del auto, dio un par de pasos y cayó al suelo inconsciente.

Las llamadas entraron al teléfono del menor azabache que se levantó a toda prisa en busca de su madre en su habitación. Subieron al auto pensando lo peor que podría haberle pasado al rubio. Pronto ya en el hospital indicado buscaron al rubio mal herido.

-Mamá por favor no llores, el debe estar bien, va a estar bien- trato de calmar el menor ojiverde a la mujer mayor azabache.

-Tu padre no debía hacerle eso, tiene razón, es su vida no la nuestra- lloro desconsolada en los brazos de su hijo. Su espera parecía no terminar jamás hasta que el médico salió después de un par de horas.

-¿Familia del joven Demon?- el hombre miro a los presentes, madre e hijo se acercaron al médico quien les indico el estado del rubio -el está fuera de peligro, tiene una costilla fracturada pero estará mejor en unas semanas-

Sus palabras aliviaron la angustia que carcomia su mente. Esperaron toda la noche al cuidado del mayor que aún permanecía inconsciente. Para la mañana pudieron visitarlo en su habitación.

-Meliodas hijo, mi amor- se lanzó a la cama del ojiverde que apenas podía moverse -que bueno que estás bien mi vida, no sabes cuánto me arrepiento de lo que hizo tu padre-

Él rubio parecía no querer hablar, se mantenía sereno y muy adolorido para querer entablar una conversación.

-Mamá, tu no tienes la culpa de lo que haga mi padre- menciono Zeldris al notar la clara lejanía de su hermano -entiendo tu sentir hermano, pero no tienes porqué hacer pasar estás preocupaciones a mamá- le miro con cierto enojo en sus verdes mientras que el rubio parecía ignorar sus palabras.

-Ya he hablado con Hendrickson, dice que estarás bien pero necesitas cuidados especiales al menos por unas semanas- acaricio sus mechones rubios con cariño -él se encargará de buscar a alguien adecuado para cuidarte mi amor-

-Estare bien, no necesito nada más que dormir un poco- su voz denotaba su dolor físico y su cansancio mental -no necesito de una enfermera, no me voy a morir-

-Es por tu bien Meliodas, prefiero que alguien cuide de ti cuando yo no esté- insistió convenciendolo sacando un suspiro cansado del rubio.

[Casa de Elizabeth]

El teléfono de la casa timbro, la bella ojiazul tomo la llamada

¿Hola?

Hola Elli, tengo buenas noticias para ti.

Buenos días tío Hendrickson...¿De que se trata?


Ya te he conseguido un buen empleo, solo durará algunas semanas, tal vez hasta un par de meses pero la paga será muy buena.

¿De verdad tío?, muchas gracias, esto es perfecto.

Para cuando regrese ya estarás de nuevo conmigo en la farmacéutica

Te lo agradezco mucho tío.

Me tengo que ir Elli, cuídate, te enviaré los datos por teléfono...buena suerte.

Gracias, de verdad gracias tío.

{Fin de la llamada telefónica}

Emocionada por la buena nueva que llegaba a sus oídos corrio a ducharse para alistarse a la cita que tenía esa misma tarde para su nuevo empleo.

No sabía por el momento de que se trataba pero no desconfiaba de su tío, si bien era un tío lejano el siempre la había apoyado cuando lo necesitaba, estaba segura de que el empleo que le había conseguido sería bueno al menos en lo monetario, lo suficiente para cubrir sus deudas.

Hola a todos y todas...les traigo está nueva historia tratando de mejorar en la escritura...la historia que tengo en mente parece muy buena o eso dice la conciencia pero lo que cuenta es que a ustedes les guste

Nos vemos en el próximo capítulo.

Un dulce...¿demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora