¿Piensas que voy a comerte? (Día 3) (2/3)

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El grito de Fuyumi detonó un escalofrío en la criatura, cuyos ojos inhumanos, refulgentes de un brillo entre dorado, anaranjado y salpicaduras carmesí, estrecharon sus pupilas hasta volverse tan finas como las de un felino salvaje al acecho. Como sintiendo su animosidad, Shōto se horrorizó, pero en lugar de correr hacia su hermana, extendió sus pequeñas manos hacia el ser, quien soltó a la gallina y de un salto se disparó hacia Fuyumi con una furia descontrolada.

—¡No, basta! —El niño sollozó corriendo torpemente hacia donde la criatura había empujado afuera del galpón a su hermana—. ¡Detente! ¡Deténganse! ¡Onee-san!

Fuyumi percibió el golpe en su espalda chocando contra el lodo, que había servido como amortiguador. El agua acumulada corriendo dentro de su ropa, sintiendo como se hundía en suciedad debido al peso de una criatura mucho más pesada que ella. Del impacto, había soltado la viga y la toalla, cayendo a sus costados.

Una ráfaga extra de aire la azotó cuando el ruido de un par de alas irregulares detrás de la criatura se agitaron, lo que parecían sus dos piernas, flanqueando los costados de los muslos de Fuyumi. Una mano musculosa puesta al lado de su cara, donde sentía el ardor de un corte. Y la otra mano musculosa apuntando a su cara con largas y negras garras, listas para abrir su cráneo, detenido a solo unos centímetros de su rostro.

Con mayor iluminación que la del galpón oscuro, Fuyumi notó su complexión más allá de sus vibrantes y escalofriantes ojos dorados de rapaz. En un superficial examen, se miraba como un hombre de facciones endurecidas, demasiado marcadas para la juventud de su rostro, su cabello rubio sucio empapado por la lluvia, pegándose a su frente, donde un par de pobladas cejas se juntaban en un aterrador ceño fruncido, acompañado de la sangre tibia resbalando por su la mueca de su boca donde podía ver un par de colmillos brillar.

Hasta donde podía estudiar, tenía el dorso descubierto, cubierto en algunas zonas por plumas más pequeñas que se extendían hasta su cuello como escamas. De un distinguido color rojo negruzco como la sangre a excepción de una zona oscurecida como por fuego y varios cortes más donde brotaba más del líquido vital rojizo.

No era un ser humano, la imagen de las criaturas aladas que había leído antes de quedarse dormida en su escritorio se formó en su mente mientras le encontraba nombre al ser. Un arpía macho, probablemente arrastrado por la tormenta, estaba apuntándole con sus garras capaces de despedazar bestias en su ambiente natural, tan afiladas como obsidiana y duras como diamante. Y las alas maltrechas, apenas distinguibles como tal, en su espalda acreditaban su identidad.

Durante un latido, lo único que hicieron fue verse fijamente. Con casi medio cuerpo de Fuyumi hundido en la mezcolanza de agua y tierra, y el hombre arpía dando largas respiraciones, como si le costara respirar, y sibilantes cacareos, manteniéndose en una posición amenazante donde podría atacar si apenas Fuyumi se atrevía a pestañear y romper el concurso de miradas.

Por un segundo, tuvo la premonición de reconocimiento, como una visión que se le hizo sutilmente familiar, pero que era incapaz de identificar ante tantas cosas en la cabeza y el corazón en la garganta, y por instante, sintió que los ojos dorados brillaron con su mismo pesar; que se rompió en cuanto escuchó el chapoteo de su hermano acercándose a ellos.

—¡No! —Shōto se le pegó al costado al arpía sin ningún sentido de la autoconservación—. ¡Onee-san no es mala! ¡Déjala en paz, por favor!

El hombre parpadeó y giró su vista hacia Shōto con una expresión un poco menos hostil, aunque también confusa. El gesto, la cercanía y la declaración de Shōto habían hecho que las garras se hicieran un poco más pequeñas de forma inconsciente, alejándose de su rostro.

Fuyumi aprovechó la distracción, estiró su brazo, enroscando la viga entre sus dedos y sin pensarlo demasiado, la azotó contra la cabeza del hombre sin ninguna fibra de piedad. No tenía la intención de medir su fuerza, pero todavía se sorprendió que la viga volviera a partirse en dos, dejándole en la mano solo un pequeño pedazo astillado, el cual no pensaba soltar por nada del mundo.

Huwumi Week 2022 | My Hero AcademiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora