Él iba caminando sólo por la calle pensando Dios que complicado es esto del amor. Se pregunto a sí mismo cual había sido el detalle, que seguro cupido malinterpreto.
Pateó la piedra, podía sentir las lágrimas recorrer su rostro. Se detuvo y paso su mano con rabia, no debía estar llorando por alguien como Theo Raiken.
Maldita sea, su padre se lo había advertido. Sus amigos también, ¿por qué no había hecho caso?
— Soy un idiota —Un ahogado sollozo, se agachó abrazando sus rodillas.
Debía verse tan patético en ese momento, pero a quien le importaba, estaba en medio del bosque y casi era media noche.
— ¿Nunca has escuchado acerca de la leyenda del lobo negro? —.
Esa voz hizo que levantará el rostro topandose con unos ojos verde esmeralda que le miraban junto a unas cejas pobladas alzadas.