acto IV

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Su relación con Sarada mejoró los últimos días, ambas compartían el desayuno por la mañana, y la cena. Ya que ambas tenían agendas ocupadas al menos podían verse en esos momentos de descanso incluso para tomar un té en el jardín trasero. Sarada se sentía Augusto con la atención recibida de su madre como Naruko permitió llamarla, la rubia solía jugar con ella como a las atrapadas o las escondidas, un tanto infantil para Sarada que se le hacía tonto jugar algo como eso pero entendía a Naruko dado que ella tenía casi cinco años debe imaginar que esos juegos son típicos de un niño de su edad, no la culpa, y pese a sus sentimientos de negación no podía decirle que no a su madre. Sobre todo cuando ella si parecía divertirse, ante los ojos de su madre podría ser lo que ella quisiese pero su verdadero ser era más que esto.

Esa tarde no encontró a su madre por ningún lado, por las tardes podían ir a jugar alguna ocurrencia de la rubia pero esta vez ni siquiera salió de su cuarto.

Con una bandeja en manos fue hacia el dormitorio de su madre estaba en ala oeste de la mansión lo suficientemente lejos del cuarto de Sasuke. Entro sin tocar como era de costumbre siguiendo la regla de su madre de poder ir cuando ella lo deseara.

La vio de rodillas en el suelo mientras su cara estaba hundida en la orilla de la cama y sus sollozos salían tan lamentables, un llanto sin consuelo que incluso Sarada se sintió suprimida por la sensación de la desesperanza y la angustia, una sensación horrible, el ambiente sombrío daba contraste al entorno melancólico.

La vio llorar, apretó más la charola, sintiéndose impotente por no poder consolar a su madre, la única alegría de su vida. ¿Por qué llora? ¿Es por eso que le arrebataron?

Con cuidado dejo la charola en la mesa rústica de madera Blanca y fue hacia su madre, en sus manos apretaba una pequeña prenda de bebé como si la vida se le fuera en ello.

Naruko se había resignado a perder a su hijo con tal de salvarlo, ella no deseaba ser obligada a ese compromiso pero los acontecimientos y la amenaza le dejaron el corazón sumiso para que hicieran de ella todo lo que quisieran como una marioneta. No teniendo ni voz ni voluntad.

—¿Mamá?— la intentó llamar.

Naruko levantó la cabeza, su hija Sarada le estiraba un pañuelo rojo bordado de dorado, había un gato negro en uno de los cuadrantes, Naruko se lo había bordado para su niña.

>>> Te sentirás mejor si me cuentas, seré tu pañuelo  de lágrimas y tu confidente... — Quería deshacerse de aquello que lastimaban el corazón de su madre... — seré tu mejor amiga.

Naruko la miro unos instantes aún impresionada por la madures de una niña de su edad.

—Hoy se cumplen dos años desde que me separé de mi hijo... no se nada de él...

Sarada mordió sus labios era normal en los uchiha sentir una emoción de pertenencia. Sarada con el poco tiempo comenzó a apreciar a Naruko como una verdadera madre por lo que saber que ella tiene un hijo biológico sentía celos. Ese niño que siempre ocupaba los pensamientos de la rubia y su corazón hasta el punto de romperse de esta manera. Por la diosa Kaguya en verdad sonaba infantil.

—Yo te lo regresaré madre... yo lo traeré de vuelta a tus brazos— Aseguro convencida.

El corazón de Naruko se enternece y no duda en abrazar a su hija llenando su cara de besos, estos escenarios de afecto son los favoritos de la pelinegra se siente bien ser el centro de atención de su madre, sentir una caricia llena de amor y cariño eran una sensación maravillosa, no recuerda que su madre biológica lo hiciera o que su padre la viera de esa forma tan especial. Solo Naruko le mostró lo que era sentirse amada y no quería verla llorar, no a ella.

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