Clawdown

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A las afueras de la provincia de Clawdown se encontraba el príncipe heredero, huyendo de sus guardias en su caballo, acompañado de su arco, sus flechas y su fiel compañero el violín

El viento surcaba sus facciones y peinaba sus rizos castaños mientras la adrenalina de la fuga cruzaba por su ser

Había decidido que si iba a ser coronado como rey pronto, quería tener la fama de un rey libre y juguetón, no uno que se deja mandar ni uno que es sumiso ante las reglas de etiqueta, por eso días antes decidió que una pequeña fuga de algunas horas sería una buena manera de empezar su imagen con broche de oro

Había intercambiado cartas con un joven del pueblo, hijo de un joyero respetado en la provincia, lo conoció ya que su madre encargaba sus joyas justo de esa tienda, la reina de Clawdown no era fanática de mandar a otras personas a hacer las cosas, por eso ella iba personalmente hasta el establecimiento y por supuesto el príncipe la acompañaba para darle uno que otro repaso al susodicho joven que llamó su atención

El príncipe esperaba con ansias los eventos importantes en el reino, ya que eso significaba que su madre buscaría alhajas que ponerse, y el podría ver los zafiros que pasaban por ojos que tanto lo enamoraban

Entre tantas veces que él se detuvo a admirar las ondas negras de el cabello de el joven, sus ojos brillantes y llenos de curiosidad, y su sonrisa amplia y hogareña, fue imposible que el nombrado no notara al admirador que se había ganado

Así que con valor y cautela de que ni un alma más que la de el príncipe notara su jugada, deslizó una carta en su abrigo

En el movimiento sus manos se tocaron mínimamente, pero ese pequeño roce fue suficiente para que una corriente eléctrica y tensa pasara como un relámpago en los dos, intercambiaron miradas y supieron que el interés que habían mostrado era mutuo, y que tenía intenciones de crecer a algo más grande

Luego de meses de insistentes miradas de amor, de descarados repasos, de incontables cartas que solo mostraban el amor que se guardaban por el otro, quedaron una noche de primavera para verse a escondidas

Esa noche fue la primera en que se veían sin más personas de las que preocuparse, esa noche no había guardias reales que le fueran con el chisme al rey, no estaba la reina seleccionando joyas, no estaba un joyero  mostrando sus souvenirs, no estaban clientes fisgones que se interesen por saber que hacía su majestad ahí, solo había dos chicos que se enamoraron de el otro por medio de poemas, dedicatorias, partituras, cartas, frases e incontables "te amo" que siempre vieron escritos más nunca habían escuchado en la garganta de su amado. Esa noche sólo había dos jóvenes amantes que por fin habían hayado la manera de encontrarse más que en sus palabras, de sentirse más que en el aroma de sus perfumes en el papel, y de demostrarse que se amaban más que solo por pequeños roces y por oraciones transcritas a escondidas, esa noche eran libres de amarse sin ninguna barrera.

Con delicadeza entrelazaron sus dedos sintiendo la misma oleada de corriente como la primera vez que se rozaron, el contacto incrementó y fundieron sus manos como si fueran una sola, se abrazaron con fuerza mientras ninguno de los dos podía creer que lo habían logrado, que habían logrado verse, así que no perdieron más tiempo y se separaron un poco, el azúl y la miel se unieron cómo nunca antes se habían unido, los ojos de cada uno estaban iluminados por el amor y la emoción de estar en compañía del otro, por inercia se fueron acercando poco a poco, sus narices se rozaron, el aliento de los dos se fundía en uno solo, las manos de el príncipe estaban en la nuca de el futuro joyero y las de este estaban en los hombros de el heredero, el cuál no pudo contenerse más y atrajo al otro hasta su boca, sus labios se fundieron en un beso profundo y deseado, húmedo pero tierno, sus labios se movían en sintonía mientras sus respiraciones intentaban controlarse para no tener que separarse nunca, las manos de el príncipe quedaron enganchadas a la nuca de el pelinegro acercándolo más hasta él, mientras que este jugaba con los rizos castaños que siempre quiso detallar mejor, pero nunca tuvo la oportunidad hasta ese día

El beso siguió hasta que se quedaron sin aliento y aunque quisieran que fuera para siempre, no todo podía ser eterno, toda esa noche estuvieron acostados en el bosque viendo las estrellas, hablando de todo lo que nombraron en las cartas, disfrutando de la música que se creaba al juntar el violín del príncipe y la mandolina de el pelinegro, su música y su amor llenó todo el bosque y lo pintó de todos los colores, intercambiaron varios besos cortos a lo largo de la noche, y cuando los atisbos de un sol radiante se empezaron a notar, los jóvenes amantes se tuvieron que despedir, no sin antes acordar verse en la brevedad de lo posible. Y así tuvieron que volver a sus vidas, uno no siendo descubierto y el otro con una reprimenda por su pequeña fuga.

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