Coraline

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A veces me siento cómo coraline, con dos familias, que parecen tener diferencias claras pero en el fondo no sabes en cuál podrás estar, me siento culpable por sentirme así, me decepciono a mí misma cada que lo pienso.

Una familia está llena de colores, y quiere poner flores a lo que parece deshecho, pero la incertidumbre de si esas flores se marchitarán en algún momento me tiene en la cuerda floja, la promesa de un futuro, en el cuál no sé si pueda creer. La otra parece estar llena de huecos, una linea de sangre, y un linaje de historias repetidas, caras similares, y descendencias objetivas, una familia dónde parece que los colores tienen años sin presentarse, y dónde se siembra una angustia en la médula que pasa de madres a hijas, pero detrás de la gris enramada, se esconde una calidez individual, que no se comparte con los demás, besos en la frente de madrugada, abrazos apretados y lágrimas que se comparten después de haber estado mucho tiempo en el fondo del alma.

En algún momento estos dos mundos convergieron, se mantuvieron estables, unidos por un único núcleo que desconocía las facetas de cada uno, un núcleo pequeño, con entendimiento suficiente para saber que no todo era lo que parecía, pero demasiado insignificante cómo para que le explicaran, el núcleo tuvo que aprender a descubrir las cosas, aprendió a fingir que sabía todo, para que hablaran con soltura a su alrededor, y cuándo la atmósfera de los mundos chocó con su semejante, el núcleo pudo ser participe de la disputa, se abrió paso y la información que se ocultaba en los lados sombríos se desbordó por las orillas y se clavó en el núcleo, que no soportó más, y decidió olvidar todo lo que conocía, porque dolía demasiado compararlo con su nueva realidad.

Con el tiempo el núcleo dejó que los mundos fueran por su propia dirección y que fueran arrastrados por las órbitas que más les convenían, pero la grieta siguió en el núcleo, y sin nada qué mantener unido, se dispuso a separarse para permitirse estar en los dos mundos, se dejó que la grieta lo consuma y lo único que detenía su destrucción, era un hilo dorado que aferraba una mitad y la otra.

Los mundos aún dan vueltas en sus órbitas, pero uno de ellos está siendo arrastrado a otra dirección, una que es desconocida para todos, el otro está ensimismado en su trayectoria, y por nada piensa irse a donde está, el núcleo, sin saber a dónde ir o a quién seguir, se consume cada día, no es capaz de imaginar un futuro, vive cada día porque no puede sólo desaparecer. Pero está obligado a elegir una opción, y sabe que en ningún bando logrará ser feliz.

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