Mundo otoñal

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| Dedicado al mundo, las personas y el polvo estelar no materializado|
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Aquí me encuentro, sentado en mi cama con las piernas cruzadas, sumiso al tiempo y sus imprevistos. Mi mentalidad, vagando por las ideas que rodean la realidad donde vivo, convivo y sobrevivo. El bullicio de mi alrededor intenta atormentar mi inexistente paz mental, pero mi clara tranquilidad exigente se mantiene a raya, parado entre la frontera entre gritar y correr a todos de mi cercanía; y también la idea de salir de mis pensamientos que me mantienen absortos de la realidad y brindarle ayuda a quienes se encuentran privandome de mi deseado silencio

Miro hacia la izquierda, observando la ventana de la habitación, pienso por un segundo acercarme y contemplar el panorama del día y su imprevisto clima alborotado. Me acerco lentamente y me apoyo en la parte inferior del marco de la ventana, miro hacia fuera, directo al cielo celeste, con nulos hallazgos de nubes, enmarcando una imagen completamente pintoresca. Pienso en muchas cosas, como de costumbre siempre que fijo la mirada en un punto, pensando en aquello que miro y en lo que no observo. Vuelvo a bajar la mirada, logrando ver a mi vecino, sin ninguna intención o pensamiento, me le quedó viendo, cómo si de una hermosa flor se tratase. Este por su parte me mira y se acerca al límite entre su terreno y el mío. En el camino se quita la camisa que llevaba puesta detonando una bomba de nerviosismo en mi.

—ey— me saluda mostrando una sonrisa —hace días no te veía, ¿Está todo bien?— lo ignoro mirándolo a los ojos directamente

Mi respiración se corta, mi temperatura se eleva y mis nervios se apoderan de mis músculos, incluso de los más pequeños

—¿Michel?— me llama, internado llamar mi atención. Por mi lado solo me quedo absorto de sus palabras, hipnotizado por su mirada cual siquiera estoy observando —¿Todo bien?—

—ah. Este, si, obvio— le respondo inmediatamente —todo bien, sabes que nunca sucede nada interesante— lo miro torciendo un poco la cabeza, miro el árbol de manzanas cuál yace en su propiedad y me dispongo a pedirle —oye, ¿me darías una manzana?—

—¿Una... Manzana?— me pregunta mostrando un gesto de incredulidad, gesto que me intranquiliza un poco, quizas su reacción se debe a qué nunca había Sido tan directo al pedir algo como tal —claro, espera un momento— se acerca al manzano dándome la espalda, al verlo noto lo entrenado que está su cuerpo a pesar de su casi nula musculatura exagerada, vuelve a dónde estaba y sin aviso previo, lanza la manzana hacia mi, solo avisando en el mismo momento con un simple "ey". De igual forma, como si de un instinto se tratase, atrapó el proyectil en el aire mientras lo observo —¿algo más chico lindo?—

—no, gracias— respondo mientras me sumerjo en mi habitación. Muerdo la manzana y me quedo inmóvil unos segundos. Miro mi armario, aún con la manzana en la boca y comienzo a quitarme la camisa con delicadeza, prosigo quitándome el pantalón, quedando solamente vestido por aquella prenda que cubre mis partes "íntimas"

—¿Vecino? Aún tiene la ventana abierta, no se olvide— la voz del chico me trae a la realizad, lo miro atravez de la ventana aún abierta, abro los ojos con completo nerviosismo y corro a cerrarla. Este me sonríe y se aleja de inmediato, al cerrarla, me quedo estático pensando en la posibilidad de que haya visto mi cuerpo casi al descubierto, una posibilidad que es más que obvia

—bueno a bañarse— miro el techo y comienzo a comer la manzana por completo, incluso devorando el corazón de la misma

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—oh, hola Michel— me saluda una mujer de cabellos oscuros, la cual considero muy simpática por su forma genuina de tratar a las personas —¿Vienes por consulta?— asiento con la cabeza levemente, ella al notarlo, abre uno de los cajones de su escritorio, saca un cuaderno y va hacia la segunda página del mismo, escribiendo mi nombre, la fecha y se detiene observandome —¿Vienes para consulta con el psicólogo?—

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