#02 - Disociación y tortura.

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Por un momento, dejó de lado la cárcel, a sus amistades, a toda consecuencia que llegará al hacer todo eso. Mina tenía conciente que iría a la cárcel, no huirá, Jihyo tampoco, pero querían vivir el momento de felicidad y calma después de meses llenos de tortura que Jihyo tuvo.

— Lo hiciste, ya lo hiciste — Mina dijo mientras la pelinegro se hundía en su cuello. La rubia sabía que Jihyo estaba llorando, eso decía sus pequeños espasmos, lo mojada que estaba quedando su camiseta, y sus pequeños chillidos sollozantes. Jihyo estaba siendo liberada — Ya lo lograste.

— Ne-Necesito explicarles, quiero explicarles a Minho, a Sana y a... todos. Necesito explicarles — como si estuviera pidiendo permiso, dijo y se separó lagrimeante, viendo como Mina sonreía y se acercaba para besarla. Jihyo correspondió emocionada por la muestra de afecto y cuando se separó Mina acarició sus mejillas, pinchando su cachete relleno para hacerla reír un poco como siempre.

— Está bien, tómalo con calma y solo me llamas si quieres que esté junto a ti. Estaré en la sala, ¿bien? — Jihyo asintió recibiendo aquel abrazo reconfortante como el mejor de todos, el que solo tocaba zonas que ella permitía y que le causaba felicidad.

Aquel sótano estaba asustado, habían escuchado relajo, muchos gritos, aunque realmente no pudieron distinguir alguno como conocido. Habían estado horas sentados y ya estaban muy entumidos, con el trasero doliendo o ni siquiera sintiéndolo, junto a muñecas y tobillos ardiendo por las cuerdas puestas.

Jihyo entró con comida que había calentado en el microondas, esperanzada de que Minho o alguna de las chicas quisiera comer. También traía agua, porque pensaba que era lo que más podrían querer, el agua era esencial después de una resaca, y ni Minho ni Sana habían tomado agua..

Se adentró dejando todo en la mesa de la esquina, luego volteando su mirada hacia las cuatro sillas donde cuatro pares de ojos la miraban de distintas formas. Jihyo reconocía una mirada entre esas, esa mirada furiosa de Nayeon fue la misma que le regaló cuando volvió para el cumpleaños de Jeongyeon pero no asistió al de ella.

Jihyo debía explicar, que realmente no asistió, no porque no haya querido ver a su amiga alegre festejando y cumpliendo veinticuatro años, sino porque aquel día era uno de los peores de su vida, donde deseaba morir.

Jeongyeon la miraba decepcionada, triste. Y Sana parecía destruida, derrotada y realmente desesperanzada. Minho era como el más firme, que se mantenía afectado pero no tanto, se veía disgustado por su presencia.

— Jihyo, ¿podrías darme un poco de agua? — Minho le preguntó antes de que pudiera decir alguna cosa. Jihyo lo miró y luego miró el agua en aquel vaso de vidrio — Por favor.

— Era a lo que venía, a ofrecerles agua y comida — informó y Sana alzó la cabeza, viendo la comida porque si iban a salir de allí ella realmente no quería sufrir hambre — ¿Querrán? — preguntó viendo la negación de Nayeon solamente, para luego ver a Jeongyeon quien asintió.

— Agua — dijo Jeongyeon junto a Minho.

— Yo los dos — Sana asintió viendo como Jihyo acercaba la bandeja y la dejaba en el suelo frente a ella — ¿Nos vas a soltar? — preguntó al verse incapaz de tocar aquella comida.

— No, solo les daré agua a ellos dos — Jihyo aclaró quitando toda la esperanza de Minho, porque él había pedido agua más específicamente para que Jihyo lo soltase por lo menos una mano. Cuando Jeongyeon y Minho terminaron de beber, Sana fue alimentada casi felizmente, sino fuera porque el ambiente era un poco incómodo.

Claro, no todos los días una amiga alimenta a tu otra amiga mientras ésta está amarrada, ¿sabes? Era completamente fuera de lugar, como toda la situación que ahora vivían.

LA LLAMADA DEL VEINTE DE SEPTIEMBRE ✯ MIHYODonde viven las historias. Descúbrelo ahora