#03 - El fin de la declaración.

155 13 0
                                    

Momo ya estaba enterada de la situación, y le aconsejaba de vez en cuando lo que podía hacer para ayudar a la chica. Mina primero había propuesto que Momo llegara a la casa y tratara con la chica, ya que Momo sabía más sobre tratar con gente, pero aquella mujer mayor le dijo que la chica muy probablemente se alteraría al ver a otra persona, así que mejor se quedara así.

Mina solo hacía una rutina entonces, que duró dos semanas.

Hablaba un poco con Jihyo, la distraía, la divertía con algunos comentarios, le daba comida y le ponía música, la consolaba en las noches mientras Jihyo parecía retorcerse de dolor en el sofá, se iba al trabajo donde Momo la recibía, y después regresaba para hacer lo mismo al siguiente día.

Solo que un dieciséis de octubre es donde Jihyo por fin se levanta del sofá y parece explorar la casa, con todo ella temblando y sus ojos nerviosos yendo de aquí allá. Mina la dejó completamente, quedándose en el sofá mientras veía a Jihyo ir a lugares que no fueron el camino al baño o el camino al sofá. La pelinegro pareció ver todo su alrededor con curiosidad y también distracción.

Mina pudo ver que caminaba mejor, ya después de días caminaba mucho mejor y probablemente tenía que ver el hecho de mucho reposo. Ninguna se dirigió la palabra, y fue que Jihyo regresó al sofá, pero a los minutos otra vez estaba explorando, como si de un lugar extraordinario se tratase.

De ahora en adelante Mina podía verla en diferentes zonas de la casa, como la cocina, las habitaciones, el baño, el sótano, el ático. Incluso un día, cuando regresó del trabajo, la vio acostada en su habitación, ¡en su cama!, dormida y muy cómoda como para quitarla.

Jihyo había tomado eso como suyo, de una manera demandante y eso había notado Mina, defendía sus cosas de una manera demandante y se adueñaba de algunas cosas. Eso era lo que Jihyo desarrolló, una especie de obsesión con mandar y ser dueña de algo, porque de su cuerpo no pudo ser dueña. Mina la había dejado y respetado, divirtiéndose al verla con ese ceño fruncido y cara juzgadora.

Ahora tenía una compañera. Genial.

Es puro sarcasmo, aunque le gustaba de alguna manera la nueva compañía. Nunca le había gustado realmente compartir su espacio pero Jihyo había llegado y se lo había quitado totalmente.

Pero claro, llegaba el momento donde Jihyo quería irse.

#♡>☆

TREINTA Y UNO DE OCTUBRE - PUEBLO PELIGROSO.

— Creo... Creo que es hora de marcharme — dijo la pelinegro con duda, y la rubia de inmediato la vio atenta. Ambas estaban en los sofás, como siempre. Mina se había acostumbrado a Jihyo en ese tiempo como para que se fuera, además de que los que le hicieron daño a Jihyo seguían completamente libres; le podían hacer daño de nuevo — Mis amigas y mi amigo deben estar preocupadas, debo aparecer — dijo cabizbaja, ella realmente había encontrado un lugar de confort, uno donde pudo controlar un poco las consecuencias de su abuso.

— No te sientas obligada a irte — Mina impulsivamente posó su mano encima de la de Jihyo, luego retirando la al darse cuenta del contacto que podría alterar a la pelinegra — Te puedes quedar lo que quieras, no te sientas presionada, ¿sí? — Jihyo la miró un momento y posó su mano encima de la cálida mano de Mina, impresionando a esta por su acción.

— Me has acogido aquí como si fuéramos las personas más cercanas del planeta, me has dado comida, agua, techo y compañerismo, pero realmente creo que es hora de hacerle frente a todo... por lo menos un poco — susurró no muy segura, pensando en volver a ver a aquel chico que la había destruido por completo — Mañana es cumpleaños de una amiga, no quiero perdermelo — recordó que se había perdido el de Nayeon y no quería perderse otro como el de Jeongyeon.

LA LLAMADA DEL VEINTE DE SEPTIEMBRE ✯ MIHYODonde viven las historias. Descúbrelo ahora