Despertó esta mañana, al escuchar su dulce voz, más no abrió los ojos, hasta sentir sus labios, sobre los de él.
Decidió mirarla. Ella yacía a su lado, aún dormida.
¿Había sido un simple sueño?
La observó con más detenimiento. Hermosa, no había más palabras.
Caminó despacio con la vista, sobre sus ojos todavía cerrados, sobre sus largas pestañas, su respingona nariz, y su apetitosa boca.
Encontraba en ella todo lo que necesitaba; el canto de los pájaros, el florecer de las rosas, el brillo del sol.
El sol... eso era ella, era el sol, que iluminaba cada día.
Era la luna, que lo acompañaba todas las noches.
Era una estrella, que se encontraba con él en sus sueños.
Lo era todo, realmente podía serlo todo, pero lo que más le gustaba a él, es que era suya.Inuyasha todavía no podía creerlo, esa muchacha, esa chiquilla caprichosa y delicada, era su novia. No estaba seguro de cómo, cómo es que le había aceptado, a él, un híbrido, que no tenía nada para ofrecerle, ni un hogar, ni dinero, nada.
Nada, más que su protección, su vida, su alma... todo su amor.
Y eso es lo que ella quería, y eso, precisamente eso, sería lo que él le daría, ahora, en el futuro, que compartieran juntos, y por toda la eternidad...
Con estos pensamientos tan cursis, a su modo de ver, se acomodó de tal forma en que su brazo pasara por debajo de la cabeza de su compañera, haciéndole de almohada, y el otro, por su cintura. Y se quedó acostado, con ella, acariciando y oliendo su cabello, un rato, hasta que despertó.
Tardó un rato e desperezarse, se estiró un poco, luego volteó la cabeza, y enfoco su mirada en él, esas dulces obres marrones que lo derretían.
Le sonrió, y el le devolvió la expresión, pero ninguno de los dos se atrevió a romper el silencio. Se sentían tranquilos así, y no necesitaban hablar, para saber lo que el otro estaba pensando.
Así que sólo permanecieron en esa posición; mirándose, sonriéndose, deleitándose con el amor que compartían y se fundía en esos ojos, en esas bocas, que poco a poco comenzaban a besarse, como dándose los buenos días, y en esos corazones, que hasta hace pocos meses, no sabían lo que era el verdadero amor, porque recién empezaban sentirlo, por primera vez, cuando se confesaron sus sentimientos, y fueron sinceros consigo mismos.
Despertó tranquilamente en los brazos de Sango, abrió sus ojitos verdes, y se dio cuenta de que ya estaba amaneciendo, pues comenzaban a despuntar los primeros rayos del sol.
Se estiró un poco y se dio vuelta, su amiga aún permanecía dormida.
Se levantó despacio, para no despertarla, y observó al resto de los miembros de su equipo, todos aún descansando. Todos, excepto un par, que no encontraba por ningún lado.
Se dispuso a buscarlos con más detenimiento.
Miró hacia los árboles, nada.
Miró hacia las afueras del campamento, nada de nada.
¿El pequeño riachuelo que corría cerca de allí? ¿Tal vez? Nada, nadita.
Oh, vamos, tenían que estar en alguna parte, se subió al árbol más alto que encontró, y repasó el lugar hasta lo más lejano que su vista de demonio zorro le permitió, y allí estaban ambos, acostados juntos, en un pequeño claro no muy lejos de allí, besándose como si fueran las únicas almas a kilómetros de distancia.
Ay pilluelos... Pensó Shippo.
Se bajó del árbol, antes de que pasara algo que él talvez no debería ver... Era un niño, pero no por eso era estúpido, sabía algunas cosas de la vida...
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Mi pequeña niña
FanficAquella tarde, por pura casualidad, había encontrado un brazalete, el mismo que le regaló, su pequeña niña. A Inuyasha casi le da un infarto cuando vió ese brazale en la muñeca de Kagome.