-¡Nunca mires atrás, Jordan! ¡Pase lo que pase, nunca mires atrás, cariño!
La voz de mi madre se va diluyendo conforme me alejo entre la vegetación, haciéndome camino con mi cuerpo desnudo. Mi torso, mi cara, mis extremidades... Todo mi cuerpo sufre los arañazos de las espigas de trigo del campo sembrado por mi abuelo.
Cuando yo no era más que un niño, mi abuelo me enseñó los secretos de aquel cultivo en un pequeño huerto que tenía detrás de su casa, donde realizaba los experimentos que más tarde ponía en práctica a gran escala en las ocho hectáreas que tenía destinadas a obtener la mejor cosecha.
-Jordan, el primer paso es eliminar las malas hierbas para preparar el terreno. Los restos de la siembra anterior no nos interesa, hay que desecharlos.
-Después, allanamos el terreno y aramos con delicadeza.
Mi abuelo cogía en ese momento una de sus herramientas, se encorvaba y la clavaba en el suelo, arrastrándola por el terreno arcilloso hasta llegar a mi lado. Después, dejaba que yo continuase con la siguiente línea; nos íbamos turnando hasta completar el pequeño huerto.
-Ahora toca abonar un poco y meter las semillas en los surcos, cubriéndolas para que los depredadores no se nos anticipen.
-Por último, tenemos que regar y asegurarnos de que la tierra siempre esté húmeda.
Yo no tenía más de cinco años cuando aprendí a cultivar el trigo. Recuerdo con nostalgia las largas horas apoyando mi barbilla en la ventana de la cocina que daba a la parte trasera de la casa, asegurándome de que ni el viento ni los depredadores estropearan nuestro trabajo. Mi abuelo me miraba con ternura, me trataba con el mismo mimo y cariño con el que cuidaba sus campos. Todo era felicidad, pero el día más especial era el que tocaba recoger la siembra. El rostro de mi abuelo se iluminaba; justo cuando los tallos perdían su color verde, salíamos a comprobar la consistencia del grano y comenzaba la sesga. A mí me daba un poco de tristeza porque el huerto quedaba desolado, pero mi abuelo disfrutaba sintiendo que todo el esfuerzo había merecido la pena.
Hoy tengo quince años. Esta mañana quedé con mi abuelo para recoger el trigo que sembramos hace medio año. Me acerqué al cobertizo donde guarda las herramientas y allí me estaba esperando.
-Abuelo, ¿qué haces que no estás comprobando el grano?
-Eso precisamente estoy haciendo hijo y, por lo que veo, ya tiene buena consistencia.
-¿Cómo? No te entiendo, ¿cómo puedes saberlo sin tocarlo?
-Eso es lo que voy a hacer ahora, precisamente. Jordan, hoy voy a enseñarte la última lección, la más importante. Después de recoger el grano, hay que saborearlo, pero para eso hay que quitarle la cáscara que lo cubre. Quítate la ropa, hijo, y entenderás mejor lo que digo.
La mirada de mi abuelo cambió de un modo que no sé explicar. Nunca antes lo había visto así, pero era mi abuelo, me había educado para hacerle caso, así que me quité la ropa y dejé que se acercara con una hoz afilada. La levantó y la acercó a mi cuello. Sentí pánico, pero pensé que estaba jugando y que era parte de la lección. En ese instante, la puerta se abrió de golpe y mi madre apareció enfurecida.
-¡Quieto, padre! ¡No dejaré que hagas con él lo mismo que hiciste conmigo!
Mi madre me dio un empujón y se colocó delante de mi abuelo. El viejo, con los ojos inyectados en sangre, debió sentir lo mismo que cuando un depredador le estropeaba una larga cosecha.
Ahora me encuentro en medio del trigal, envuelto por mi propia sangre, cayéndome continuamente sin entender qué ha pasado en realidad. Los ojos de rabia de mi madre al interponerse entre la hoz y mi cuerpo se clavaron en mi retina, no hay forma de que desaparezcan de mi pensamiento. Me detengo; en mi interior sé que puedo dejar de correr. Nunca vi tanta determinación en nadie, estoy convencido de que mi madre ha acabado con la vida del depredador que abusó de ella y después cortó sus ilusiones de raíz como si fuera una mala hierba. También sé que esta última siembra no la recogeremos ni ella, ni yo... y mucho menos mi abuelo.
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After of the Death
FantastiqueEste libro contiene diversas historias para los amantes del terror y el suspenso. No es recomendable para aquellas personas con sentimientos débiles.