El gato con plumas.

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No salgás a hacer leña a las tres de la tarde o te aparecerá la mala hora.

Eso le había dicho su mamá cuando regresaba del terreno junto a su primo una vez que por traviesos se fueron allí.

Debió hacerle caso porque...

Ese gato tenía plumas.

El animal estaba en una de las ramas del palo de guanacaste, era alto, pero podía mirar que eran plumas.

El misho lo miraba.

También lo miró, meneaba la cola negra como de sanate, estuvieron así por un rato hasta que el gato la dejó quieta.

Escuchó un silbido que lo sorprendió, comenzó a mover la cabeza para ver si había gente.

Nada.

Sintió como algo se restregaba en su pierna, no era agradable, le dio cosa.

Su piel se sentía rara, como a punto de erizarse y la mandíbula le empezó a doler. El gato de repente estaba cerca del tronco del guanacaste.

Voces.

Oía un montón de voces, tantas que lo aturdieron, Dios.

Dios. Dios. Dios.

No distinguía que decían, ¿eran hombres o mujeres? ¿Personas si quiera?

Le dieron unas ganas de arrojar, tenía una sensación feísima en la panza y la garganta, pero no lograba sacar nada. Se agarró esa parte y se arrodilló.

Tenía miedo, por Dios qué miedo sentía.

Cerró los ojos llorando y clamó a Dios y a su mamá para que lo salvaran.

No sabe cuánto tiempo pasó, de un momento a otro todo estaba en silencio, levantó la cabeza, era de noche.

Todo estaba bien oscuro, apenas y veía las sombras de los palos, se puso de pie, caminó tanteando ver el rastro por donde la gente pasaba, cuando llegó a su casa la vio con las luces prendidas, ahí estaban varios de sus familiares, movió la teja que tenían como puerta y lo vio uno de sus tíos que fue corriendo hasta donde estaba.

-¡¿Vos, guiro, dónde te escondistes?!

Sólo llegando y le jaló bien su oreja.

Lloró otra vez, pero por más que trató de hablar su garganta se sentía cerrada, su tío lo llevó dentro junto a los demás que se acercaron, su mamá, por otro lado, lo abrazó, pero sintió que tenía calentura.

No sintió más, porque se mareó y hasta ahí llegó.

Cuando despertó, una semana después, supo que jamás volvería a hablar.

1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora