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Comer semillas de marañón era toda una experiencia, o así lo creía.

Alex había quedado con sus primos en ir a escondidas al terreno de uno de los patrones donde la mayoría de trabaja.

Se reunieron en su casa al medio día con una vara y baldes, caminaron por la terracería un rato hasta llegar a los mangares, habían más que solo palos de mango, pero ese nombre tenía. En medio de los mangos estaba un marañón, era su mera época y Alex, junto a sus primos Eduardo y Fernanda, atravesaron el alambre con las demás cosas.

Empezaron recogiendo los que estaban tirados en la tierra, tanteando que se pudieran comer; Eduardo, el más alto, utilizaba la vara para llevarse los maduros, Alex y Fernanda solo miraban, bien podrían jalar un leño y garrotear el marañón, pero eso no les gustaba porque maltrataba mucho al árbol y los demás frutos verdes.

Estuvieron casi una hora en él mangal, cuando vieron que era suficiente salieron antes que los viera el vaquero encargado del lugar.

Una vez en casa de uno de ellos, comenzaba la labor de cocinar, Alex hacía el fuego mientras los demás apartaban la fruta de la semilla y la secaban.

Cuando había buen fuego Alex puso el comal viejo, Fernanda metió por puños las pepitas, eso era de paciencia, las pepitas de marañón soltaban un agua que daba un olor raro, a veces provocaba tos, y en el peor de los casos agarraba fuego, por eso tenían un casito con agua.

Las sacaron cuando tantearon que estaban cocidas, dejaron que se enfríaran y se fueron a platicar un rato.

Fernanda fue la primera en agarrar una pepita y majarla con una piedra, le quitó la cáscara, miró la semilla, la peló y se la llevó a la boca.

-Está rica.

Alex y Eduardo también majaron algunas y todas las colocaron en un plato de aluminio, se lavaron las manos, las pepitas estaban algo negras por el tueste y el líquido que soltaba terminaba manchándolas.

Se sentaron y las comieron, a lo lejos se le sentía un sabor dulzón, distinto a esas que venden en las calles y sepa Judas cuánto tiempo llevaban guardadas.

¡Y carísimas que las dan los condenados!

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