𝐀𝐑𝐀𝐃𝐈𝐀 𝐒𝐀𝐖𝐘𝐄𝐑 tiene un don.
El futuro se muestra ante sus ojos, aquellos de color violeta que brillan cuando el destino se le es mostrado. Ella lo tenía todo controlado, casi, todo.
¿𝘘𝘶é 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘳á 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘶𝘴 𝘷𝘪𝘴𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴...
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Nos decidimos por hacer una pijamada.
Por lo que envié a ambos a rentar una película.
—No quiero ver La cenicienta —respondió Stiles.
Me crucé de brazos— La Sirenita, entonces.
Scott negó a mi lado— ¿por qué siempre tenemos que ver una de princesas?
—Porque me gustan las películas de princesas —razoné.
—Aradia. . .
—¿Y La Bella Durmiente?
El castaño bufó y negó.
—¿y Barbie?
Stiles me señaló amenazante— traeré la película que yo quiera.
Alcé las cejas y sonreí— no te hagas el rebelde sin causa.
—Nos vemos —dijo, tomando el picaporte para salir de la casa, Scott buscó su chaqueta y besó mi frente antes de salir.
—¿Te traigo gomitas?
—De Manzana verde o fresa —pedí, sonriendo.
Cuando ambos salieron de la casa, me dispuse a hacer lo que tenía en mente. Buscar si mis dudas eran ciertas.
Mi padre ya había llegado y su primer día como abogado había sido muy exitoso. Estaba en su cuarto, así que lo busqué inmediatamente. Primer día defendiendo en la corte aún importante empresario. Además de ser abogado, mi padre tenía una empresa de carros.
—Papá, ¿puedo pasar?
—¡Sí!
Entré a su habitación, topándome con él, estaba de pie, frente a su cama, quitándose la corbata.
—Hola princesita —habló, fijando sus ojos en mí, sonrió con dulzura y se acercó a besar mi frente— ¿está todo bien?
Asentí— tengo que pedirte algo.
Sonreí al final de la oración, lo que ocasionó que riera y asintiera— si princesa, te daré dinero para ir de compras, ¿cuánto necesitas?
Hice una mueca, eso era una buena oferta.
—No es eso papá —respondí y me acerqué a abrazarlo— pero, ¿cuánto es el límite de tu tarjeta?
—Aradia.
Lo miré con ojos mojados— necesito investigar algo en los libros de mamá.
Su sonrisa no se borró, pero sabía que esa idea le disgustaba— tú sabes bien el porqué los libros de tu madre se mantienen escondidos.
—Ni modo, tengo que verlos. ¿O tú sabes algo de hombres lobo?
Frunció el ceño y se acercó a la puerta, la cerró y comenzó a susurrar.
