𝐀𝐑𝐀𝐃𝐈𝐀 𝐒𝐀𝐖𝐘𝐄𝐑 tiene un don.
El futuro se muestra ante sus ojos, aquellos de color violeta que brillan cuando el destino se le es mostrado. Ella lo tenía todo controlado, casi, todo.
¿𝘘𝘶é 𝘱𝘢𝘴𝘢𝘳á 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘴𝘶𝘴 𝘷𝘪𝘴𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴...
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ARADIA
Mi padre me había despertado muy temprano, solo para que todos lo veamos en su primer día trabajando en su nuevo puesto.
Ya había visto en mis visiones que a él le iría muy bien y aunque me tenía contenta, quería dormir un poco más.
Cuando llegué a la cocina me topé con Melissa, una mujer de cabellos negros y algo mayor, era madre de Scott, quien era mi mejor amigo y ahora hermanastro.
Melissa se acercó a mi padre y besó su mejilla.
Ellos estaban juntos hace un año, y hace poco mi padre y yo nos habíamos mudado con Melissa y Scott. Convirtiéndonos en una especie de familia.
—Buenos días —hablé, moviendo mi mano hacia Melissa y mi padre.
El Inspector, Percival Sawyer
Él era castaño, de ojos color avellana, aunque a veces marrones. Cuarenta y tantos que se le notaban por las marcas alrededor de sus ojos, de tanto sonreír toda la vida. Mi padre era una persona muy positiva. Tenía un pequeño bigote que Melissa y yo rogamos porque se lo quitara pero no quiso.
—Buenos días, cariño.
—Aradia —habló Melissa— ya está listo tu café.
—Oh, gracias, Melissa.
Me dio una sonrisa dulce que correspondí.
Nuestra relación no era como madre e hija, pero si nos habíamos vuelto. . . Amigas, por así decirlo.
Al salir de la cocina y caminar a la sala, observé a Scott, estaba sentado en el sofá, con la boca abierta y la cabeza hacia atrás. Dormido.
Me senté a su lado y apoyé mi cabeza en su hombro.
Él se despertó cuando Melissa y mi padre llegaron a la sala.
—Bueno —mi padre se acomodó la corbata y sonrió— ¿cómo me veo?
—Excelente.
—Muy bien.
—Perfecto.
Lleno de elogios, sonrió y tomó su maletín, besó los labios de Melissa, lo que hizo que Scott y yo hiciéramos un sonido de asco. Luego se acercó y nos saludó a ambos.
—Adiós, papá.
Unos minutos más tarde, Melissa también partió hacia su trabajo.
Scott y yo nos quedamos solos.
Prácticamente, habíamos crecido juntos, éramos mejores amigos desde niños. Mi padre y su padre eran compañeros de trabajo.
Por eso, a la hora de convertirnos en hermanastros, no fue difícil.
