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Si has estado pendiente de las noticias o siquiera de las redes te habrás enterado del no tan reciente homicidio de Lenna Ross. Sí, la chica de España que desapareció en la parada de bus el pasado 17 de diciembre del 2021 a las 18:00 pm. En Ecuador.

Pues fue encontrado su cuerpo totalmente desfigurado el 5 del mes pasado (abril-2023) en el mismo lugar en el que desapareció y casualmente a la misma hora, a las 18:00. Y de seguro te preguntas, ¿Quién pudo hacer tal acto de increíble crueldad? Pues yo tengo la respuesta.

Víctor Fonseca, oriundo de Australia, tenía 28 años de edad cuando secuestro a Lenna, y yo, Adriana, tenía 13 años en ese momento.

Lo recuerdo bien, el momento en el que llegó a casa ordenándome encerrarme en la habitación no sospeche, creí que, como siempre, tenía en el auto a una chica para pasar el rato. Me equivoque.

Fui a la habitación y me encerré, no sin antes dejar encendida la grabadora de la sala, cosa que hacía cada que él llevaba alguien, creo que siempre tuve un mal presentimiento.

No escuchaba nada de lo que pasaba, pero, sabía que no estaban haciendo "eso" pues al menos habría escuchado algo.

...


Tocó mi puerta insistentemente, el sonido me asusto un poco, no era Víctor seguro, él la abriría sin siquiera preocuparse de si llevaba ropa o no.

—¿Qui-quién? —pregunte, temblorosa.

—¡¡¡AYUDAME!!!—me grito una voz femenina.

Iba a responder, pero un golpe seco contra la puerta me dejo helada. Ese golpe no había sido con la mano.

Acerque, lenta y temblorosamente mi mano al pomo de la puerta, tenía miedo de abrirla, pero también curiosidad. Cerré los ojos y abrí la puerta.

Estaba Víctor, tan solo con sus calzoncillos negros, mostrando su delgado pero fornido cuerpo.

Siempre me había parecido un hombre atractivo y debo confesar que la atracción no era solo física si no también sentimental. Él me había rescatado de los repetitivos abusos de mis primos, mis únicos familiares con los que solía vivir.

Me sorprendió verlo así. La erección que presentaba era tapada por su única prenda. Su estatura sumada a su forma de respirar resultaba endiabladamente intimidante y a sus pies estaba una chica pelirroja de aproximadamente 18 años. Totalmente desnuda.

—¿Qué-qué ha pasado? —pregunté, temerosa de su reacción.

—Vuelve a dentro—susurro, agachándose para recoger el cuerpo de la chica, sangre brotaba de su cabeza.

La cargo, sin hacer el más mínimo gesto de esfuerzo y la puso sobre su hombro.

—Regresa—dijo, apretando la mandíbula al notar que no me había movido en lo absoluto.

Seguí ahí, asustada, sin poder moverme de la impresión, sin embargo, algo en mi interior me gritaba que me moviera.

—Adriana, no me quiero desquitar contigo—Su voz demandante aumento mis sospechas y temor.

Di un paso hacia atrás y cerré la puerta.


Lentamente, cuanto más la cerraba más ganas de llorar se creaban en mí.

Ese día, durante la tarde estuve sola. Él no salió del sótano, o al menos, lo hizo en cuanto llegó mi hora de dormir.


Tan solo pude escuchar sus pasos al entrar a mi habitación y su cuerpo caer a mi lado y rodearme con sus brazos.


Y eso, no era normal en él, aumento mis sospechas. Pero yo... No hice nada

Diario de una mentira {EN PAUSA}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora