Capítulo 2. Gotas de agua

83 10 1
                                    


Las pestañas de Lavender se agitaron suavemente, en la bruma no podía pensar en nada más que el hecho de estar atrasada, ella iba tarde, la desesperación bullía de su pecho como magma, estaba claramente retrasada para su, para su... ¿para qué estaba ella retrasada? no podía decirlo con seguridad pero sabía que era muy importante, había estado corriendo hacia alguna parte antes de caer...

¿Caer o lanzarse? podría jurar que había estado cayendo pero se sentía como si ella misma se habría impulsado y lanzado como quien hace un excelente clavado, sacudió la cabeza y quiso apoyar sus brazos para levantarse cuando noto que aun estaba en el aire.

Ella estaba cayendo.

¡Cayendo aún!

No alcanzaba a ver el fondo, no sería capaz de describir incluso menos su alrededor, caía tan rápido que apenas y eran sombras a sus ojos. Merlin llega tardísimo, no importa si está cayendo o caminando es muy tarde!, ¿adonde? no está segura pero sabe que sin lugar a dudas esta muy tarde y tendrá que disculparse por su falta de modales, la puntualidad es algo que su abuela no se tomaba a la ligera, ya podía escuchar el discurso. Por supuesto su abuela es la que... bueno ella era... puntu.. no ella no era... - su perorata interior se detuvo al no recordar tener una abuela o porque siquiera había pensado en tal cosa.

La verdad sea dicha Lavender estaba tan confundida al punto de estar desvariando, en sus propias elucubraciones -se felicitó por usar una palabra de gente grande- ella estaba cayendo y aun así era muy tarde, para que? pues para algo a lo que debía llegar a tiempo como la regla y su abuela dictaban, cómo podía saberlo, era solo una niña que caía aunque no fuera de mucha ayuda pues aun con todo ella estaba muy tarde, a lo mejor eran cosas de caer infinitamente retrasarse en las reuniones a las uno debía llegar con antelación -ahora esa era otra palabra de grandes- sin duda lo estaba haciendo bien palabras grandes dichas o pensadas muy seguido, se aduló mentalmente cada día ella era más y más inteligente se comería un buen trozo de tarta al llegar.

- Es realmente aburrido.

Se quejó Lavender en voz alta, no había nada ahí para que la entretuviera, había contado hasta 120 ya unas 3 veces, los segundo se hicieron minutos y los minutos horas, tal vez una eternidad antes que su trasero rebotara en en lo que parecía ser una bolsa de agua.

- Pero qué es esto? -susurró bajito fascinada, ella volvió a rebotar sobre la gigantesca gota de agua y no se empapó en lo absoluto.

- Agua. Es agua -jadeo al hundir la mano en la superficie donde se encontraba sentada-.

- Y sabe realmente bien -se regocijó la niña al lamer sus propios dedos-.

Lavender que había olvidado por completo su tardanza, o el siquiera cuestionar dónde estaba, su mente más impresionada por las gotas de agua gigantes que por arte de magia no se rompían con nada pues ni siquiera estaban recubiertas o por lo menos sobre un fondo firme, que para aclarar era de agua.

- Pero qué cosa más increíble -se rió la niña- debo echar un vistazo a todo -gritó cuando saltó de la gota de agua y sus pies caminaron tranquilamente hacia delante, como quien se encuentra en la alameda más bonita de la ciudad.

Sus ojos se movieron de aquí para allá, de izquierda a derecha, de atrás hacia adelante y cuando su giro de 360 grados término e inclinó la cabeza hacia arriba el cielo calmado en un celeste suave con pocas nubes le sonrió, cuando sus ojos se fijaron en sus pies saltó hacia atrás al recibir la mirada de su propio reflejo.

- Mar. ¡Es el mar! -farfulló más que sorprendida-.

- Pero cómo es que no me hundo, no estoy muy pesada pero debería ya estar ahogándome - mencionó saltando sobre sus pies, corriendo luego hacía una gota de agua más pequeña que la que la había recibido, luego a otra más grande, a otra, otra y otra, donde metió toda la cabeza chillando esta vez.

Botones de LavenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora