E P Í L O G O

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Un tiempo después...

—Seongwon, cariño, es hora de despertarse, debes ir a la escuela.

Jungwon sonrió cuando su hijo se revolvió sobre si mismo varias veces antes de suspirar y mirarlo con mala cara entre el nido de mantas y sábanas que había formado. Sus hermosos ojos adormilados parecían enviar dagas en su dirección pero finalmente, con una pequeña queja, se sentó en la cama y lo miró.

—Buenos días, papi —susurró antes de inclinarse y poner sus manitos sobre el hinchado abdomen de Jungwon, dejando un beso en el mismo—. Buenos días, hermanito.

Sonriendo, se inclinó y acunó su rostro con sus manos, dejando un sonoro beso en su mejilla—. Buenos días, tesoro.

—¿Cuanto falta para que salga? —esa pregunta era clásica, Seongwon la hacia todas las mañanas desde que le informaron que iba a dejar de ser hijo único.

—No lo sé, cariño —respondió sinceramente, ya que había cumplido los nueve meses hacia solo un par de días y el bebé aun no había hecho ningún movimiento para venir al mundo—. ¿Quieres que te ayude a bañarte?

Seongwon pareció meditarlo—. ¿Puede hacerlo papá?

Eso le picó un poco—. Tu padre aun esta durmiendo, puedo ayudarte yo.

Parándose en la cama, Seongwon se irguió en toda la altura que sus cinco años le permitían y le sonrió antes de abrazarlo—. Te amo, papi, pero estas gordo y te cansas mucho —besó su mejilla—. Papá puede ayudarme.

Sin dejarlo defenderse de esa acusación, el pequeño castaño dio un salto fuera de la cama y corrió a la puerta, seguramente para ir en busca de su otro padre. Girando la alianza en su dedo distraídamente, Jungwon miró a su alrededor, notando cuanto su vida había cambiado. Jongseong le había propuesto matrimonio poco después de que empezaran a pasar las noches juntos, ellos se habían mudado a una casa más grande después de la boda y ahora, dos años después, estaban a punto de recibir a su segundo hijo. Era increíble y Jungwon amaba cada aspecto de ello.

Jongseong entró a la habitación, luciendo adormilado en unos pantalones de pijama grises. Parpadeo repetidamente para alejar el sueño y le dedicó una sonrisa perezosa que Jungwon devolvió al instante. Jongseong había sido más que maravilloso, se había asegurado de que no olvidaran nunca cuanto los amaba y que daría cualquier cosa por ellos. Después de todo, el quería ser el principe que Jungwon necesitaba, y lo era.

—Tu hijo quiere sus patitos de hule. —murmuró con voz ronca, arrastrando los pies en su dirección.

Jungwon se aferró a su cuello cuando los brazos fuertes del castaño lo rodearon, su prominente abdomen los mantenía separados pero eso solo lograba que la sonrisa en los labios de Jongseong fuese más grande. Aceptando el beso tierno de los labios del mayor, Jungwon suspiró—. Dile que no tendrá sus patitos, tiene que ir al colegio y no llegará a tiempo si se pone a jugar en la ducha.

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𝕾𝖔𝖇𝖗𝖊𝖛𝖎𝖛𝖎𝖊𝖓𝖉𝖔 𝖆 𝕰𝖗𝖔𝖘 || 𝓙𝓪𝔂𝓦𝓸𝓷Donde viven las historias. Descúbrelo ahora